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Luis Carlos de la Peña

Un país expectante

Es improbable que la marcha de Feijóo a la política española libere aquí, en Galicia, las aguas represadas de los problemas latentes, los conflictos enmascarados durante años. Concedamos todavía al PPdeG su capacidad para remansar y redirigir, en su caso, las tensiones que un cambio de presidente de la Xunta y en el práctico ecuador de la legislatura, podrían rebrotar en los frentes del municipalismo, de la crisis industrial, la subida de precios o el futuro de Stellantis, pulmón y corazón de la economía del sur de Galicia. La capilaridad del PP en Galicia, la densa red socio-política de cargos, militantes y simpatizantes, es el mejor seguro contra saltos cualitativos en la aceptación de los discursos disruptivos del BNG y, en mucha menor medida, del hoy ausente PSdeG.

Pueden, sí, los populares perderlo todo. Les ocurrió con las diputaciones, salvo la de Ourense, y no fueron capaces de reaccionar. Hay un cambio en las pirámides de edad que trabaja en contra de los intereses del PP. Cambia la demografía y los jóvenes actúan liberados de los viejos compromisos familiares y del voto unidireccional. Hay una rebelión soterrada en Galicia que pugna por encontrar expresión política. De hecho, se manifiesta ya en función de si la cita electoral es municipal, autonómica o estatal.

"Hay una rebelión soterrada en Galicia que pugna por encontrar expresión política"

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El PP viene detectando este fenómeno desde hace tiempo; también el Bloque, y ambos actúan con pies de plomo sin atreverse a tomar una senda definitiva, conocedores de sus debilidades y de los riesgos asociados. Al BNG le paraliza su ideologización burocrática y su falta de banquillo; al PP, el prolongado tiempo que lleva ocupando los despachos de la Xunta, sus protocolos de distanciamiento social y la pomposa liturgia del poder. Es paradigmático de la esclerosis del PP el bloqueo que experimentan cuando les interesaría encontrar aliados políticos y sociales. Actúan, donde pueden, refugiados en sus mayorías absolutas y, más allá de esta empalizada, el país y quienes lo habitamos somos percibidos como sospechosos habituales.

El PPdeG y Alfonso Rueda tendrían, con el cambio en la presidencia de la Xunta, un incentivo para acercarse al país, para regenerarse y reconectarse con nuevos diagnósticos, menos triunfalistas. Galicia es hoy un país desfibrado al que las dinámicas territorial, económica y demográfica han desestructurado hasta los cimientos. Somos pues, un país expectante.

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