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Santiago Lago Peñas.

Necesitamos acuerdos

Cuando se encuentran en la oposición, los partidos políticos se hallan ante un dilema estratégico ante el que caben diferentes respuestas. Una de ellas es decir que no a todo lo que el gobierno ponga encima de la mesa, independientemente de que sea razonable o de que ellos mismos propondrían algo muy similar si estuviesen al frente del ejecutivo. La estrategia del no permite diferenciarse con claridad, potencia la lógica de la polarización y, en última instancia, si el gobierno crece de una mayoría absoluta que lo respalde en el parlamento, conduce a una cierta parálisis de gobierno, que la oposición puede aprovechar para ganar las siguientes elecciones. Me temo que en España llevamos un tiempo instalados en esta lógica.

Por supuesto, que existen asuntos sobre los que no cabe aguardar acuerdo entre unos y otros, porque existen legítimas diferencias ideológicas y posicionamientos de difícil encaje. Pero existen muchos otros sobre los que sería posible y deseable buscar y encontrar puntos de encuentro. Porque no es bueno dejar aparcados los problemas, so riesgo de enquistamiento, o ensayar soluciones a desafíos estructurales que acaban durando lo que el gobierno de turno. Basten tres ejemplos de lo primero: las reformas de la financiación autonómica, de la administración pública y del sistema tributario. Sobre lo segundo, las reformas del sistema educativo son el caso paradigmático.

No estoy reivindicando una “gran coalición” ni el coartar las necesarias funciones de la oposición. Pero es cansino y deprimente ver que, ante retos mayores que exigen estrategias de país y amplios consensos políticos para soportar las presiones de los que se sienten perdedores ante un cambio, los parlamentos no tienen la capacidad de encontrar mínimos comunes, de sentarse a negociar de forma sincera y constructiva; sea en el Parlamento de Galicia o en el Congreso de los Diputados.

Los partidos serios están obligados a separar las cuestiones sobre las que el acuerdo es ideológicamente imposible de las que son susceptibles de ser pactadas. Por el bien de todos. Y por su propio bien. Porque la estrategia del no la juegan siempre mejor los partidos populistas.

*Director de GEN (Universidade de Vigo)

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