El Carabela ya es agua pasada, víctima de un desguace general, manu militari. La nueva gerencia reserva su identidad, quizá para jugar con el factor sorpresa de cara a su reapertura; pero seguramente también porque tema la reacción furibunda del nutrido ejército de clientes abochornados ante semejante estropicio. Desolación e indignación se dan la mano.

Media ciudad no habla estos días de otra cosa, queriendo saber todos los detalles sobre la transformación del bar de Albariño y, sobre todo, reclamado información sobre el nombre o los nombres de los responsables de esa semi voladura controlada, tras observar con horror las fotografías interiores donde se muestra que ya no queda nada de la memoria colectiva del histórico café.

Llama la atención que el Concello y su portavoz, Anabel Gulías, no hayan ofrecido aún ningún detalle sobre las exigencias fijadas para autorizar la rehabilitación del Carabela. Salvo que ese permiso no exista todavía, cosa que exigiría una paralización inmediata.

Por supuesto que la nueva gerencia tiene todo el derecho del mundo a hacer de su capa un sayo, después de firmar un sustancioso alquiler a la familia propietaria. Faltaría más. Pero también los ex clientes tienen el derecho e incluso la necesidad de expresar su queja en voz alta por haberse traspasado una cierta línea roja. Porque no se trata solo de un cambio de estilo; se trata de algo más. Por supuesto que no va a reconocerlo ni la madre que lo parió, como reza el dicho malvado, sin el dibujo de referencia interior de Conde Corbal.

Hace algunos años que El Carabela había perdido el rumbo; navegaba hacia ninguna parte en manos inexpertas. No obstante, quedaba todavía un atisbo de esperanza cara a una feliz recuperación, dado su gran potencial por historia, por tamaño y por ubicación. Pero la desaparición de sus mesas y sillas de un día para otro hicieron saltar todas las alarmas, que ahora no paran de sonar. Su suerte está echada y el mantenimiento de su nombre suena a ultraje.

Con las grandes cerveceras por medio, que pujan fuerte por hacerse con una clientela a su medida, lo peor que puede ocurrir mañana es que la plaza de la Estrella se parezca muy pronto a la plaza de Méndez Núñez. Ahí lo dejo.

En definitiva, ¡no es eso, no es eso! El Carabela ha pasado a peor vida y ya es historia de Pontevedra. Un gastrobar no es lo que nadie pensaba que debía ser el nuevo Carabela. Ahí está El Meollo de la cuestión.