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ENTRE ACORDES Y CADENAS

El metaverso: seres humanos y avatares

Todo va demasiado rápido. Los avances tecnológicos se suceden uno tras otro de tal manera que cada vez resulta más difícil predecir cuál será el siguiente. Hace apenas veinte años, la mayoría de los ciudadanos no tenía teléfono móvil y ahora, no solo todos guardamos uno en el bolsillo, sino que este pequeño artefacto se ha convertido en el centro de nuestras vidas y de nuestras relaciones, tanto sociales como laborales.

El metaverso: seres humanos y avatares

Quien desea encontrar un nuevo trabajo ya no necesita imprimir su currículum y recorrer las calles saltando de establecimiento en establecimiento. Le basta con abrir una cuenta en Linkedin y descargar ahí toda su vida laboral. Y las empresas, conocedoras también de las ventajas que les ofrece esta red social, no tienen más que elegir, de entre todos los perfiles existentes, el que mejor se ajusta a sus necesidades.

No cabe duda de que esto constituye una ventaja. Unos y otros, trabajadores y empresarios, han resultado beneficiados por estos nuevos procedimientos. Como tampoco podemos negar que otras muchas redes y aplicaciones nos han facilitado la vida y permitido contactar con personas a las que antes nunca habríamos podido acceder.

Nada es intrínsecamente bueno o malo. Todo tiene sus ventajas y sus inconvenientes. Pero para juzgar acerca del beneficio o del perjuicio de una situación es necesario poseer toda la información, reflexionar sobre ella y llegar a una conclusión, siendo además conscientes de que el exceso, ya sea de una sustancia o de un comportamiento, nubla el juicio y aniquila el criterio.

"El metaverso, llevado a sus últimas consecuencias, podría resultar desastroso"

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Hoy la reflexión ha de centrarse en el conocido como “metaverso”. Una palabra que resulta de la unión de otras dos: “meta”, que significa después de o más allá, y “verso”, la terminación de universo. Y tiene su origen en una novela de ciencia ficción escrita por el estadounidense Neal Stephenson en 1992, “Snow Crash”, que, además, figura en la revista Time como una de las cien mejores novelas escritas en inglés desde la década de los años veinte del siglo pasado.

Metaverso es un término utilizado para referirse a la creación de entornos virtuales donde los seres humanos, a través de su avatar, representación gráfica que se asocia a un usuario determinado, interactúan social y económicamente. Supone, por tanto, la creación de un universo paralelo radicado en el ciberespacio.

Mark Zuckerberg, fundador de Facebook, hoy en día Meta, ya ha puesto en marcha dos aplicaciones de realidad virtual creadas con el propósito de que los usuarios socialicen (Horizon Worlds) y que asistan a conciertos y eventos en vivo (Horizon Venues). En poco tiempo ambas han alcanzado cifras de miles de usuarios.

Que el metaverso puede tener ventajas, algunas, no lo pongo en duda. Pero que, llevado a sus últimas consecuencias, como suele ocurrir con todo lo relacionado con las nuevas tecnologías, podría resultar desastroso, también resulta innegable.

Si nuestros adolescentes no necesitaran salir de su habitación para asistir a los conciertos de sus grupos preferidos, si unos y otros aprendiesen desde pequeños que lo normal es sociabilizar entre ellos a través de un avatar, habremos logrado el cambio de paradigma más importante desde que el homo sapiens se introdujo en la llamada “revolución cognitiva”.

Quien sabe, tal vez este sea el principio del proceso que transformará al homo sapiens en el “homo tecnologicus”. O puede que sea peor. El comienzo de la creación de una sociedad compuesta no por seres humanos, sino por entes tecnológicos carentes de capacidad para desenvolverse fuera de un ciberespacio que bien podría sustituir al mundo real.

"Si se impone como válido para canalizar las relaciones humanas, supondría la máxima expresión de la ignominia"

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Imagínense una sociedad de individuos presos por voluntad propia en modernas ergástulas, con todas las comodidades, que lleven a cabo todas sus actividades vitales a través de internet y por medio de un avatar. Que interactúen unos con otros por medio de un avatar. Que tengan relaciones sexuales a través de un avatar. Que celebren reuniones familiares a través de un avatar. Sería una pesadilla.

Nunca en la historia se ha presenciado un fenómeno igual o siquiera similar. La asunción voluntaria de la condición de esclavo, no ya de otra persona, de otro ser humano, sino de un objeto, de una cosa, material o inmaterial. Y este tenebroso futuro ya se atisba en el horizonte.

El metaverso, si se instaura como pretenden algunos, si se impone como válido para canalizar las relaciones humanas, supondría la máxima expresión de la ignominia, la mayor ofensa imaginable a la dignidad humana. Y esto es así porque elimina a la persona, la asesina, y la convierte en un algoritmo.

Paremos un momento, reflexionemos y seamos conscientes de los peligros de la tecnolatría.

* Juez y escritor

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