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Lola Galovert

Nocturno

Debo escribir un artículo con quinientas palabras y el folio está en blanco. No tengo verso que escribir, ni paisaje que describir, ni amor con el que deleitar, ni historia que novelar, ni viaje que narrar. Nada. No tengo nada. Solo vacío. Dejo pues a las teclas de mi ordenador, que bien me conoce, que me sustituyan y conduzcan a donde quieran llevarme.

Mal día este domingo en familia, disimulando la angustia que me provoca la guerra cuyas imágenes se cuelan por todos los poros de mi casa a pesar de mis esfuerzos por amurallarla. Pensamientos apocalípticos se quieren instalar en mi cabeza. Calcinación y muerte. ¿Qué será de los inocentes? El mal augurio me hace saborear el instante con mi pequeño nieto y no escamotearle besos ni caricias.

¿Qué otro tema puede salir para este folio sino la guerra? Todo me lleva ahí. El ulular del viento me traslada a aviones arrasando edificios, las sirenas de ambulancias y policías a alarmas antiaéreas, los cohetes de las fiestas a misiles. Las excavadoras a tanques paquidérmicos. Me asusto con el llanto de un niño.

"No quiero presenciar más sufrimiento humano. Lloro por los inocentes y maldigo al iracundo en su galope de macho asesino"

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Sangre, fuego, humo, oscuridad, frío...Redoblan los tambores con rugido metálico. Mientras tanto, intento creerme que mi vida continua igual, con las mismas dificultades y penas, las mismas alegrías y emociones, los mismos desafíos y anhelos. Pero no, no es lo mismo. Lo que era importante ahora se ha convertido en trivial, lo que estaba en el fondo del sentimiento y del pensamiento ahora se ha escapado hacia arriba y se encuentra solo en la epidermis.

Vivo así con el presente que ya es pasado escapándome del futuro. No quiero estar en lo que viene, no quiero presenciar más sufrimiento humano. Lloro por los inocentes y maldigo al iracundo en su galope de macho asesino.

Hasta aquí el relato. Las teclas del ordenador han dejado de redactar, tal vez espeluznadas por lo que han regurgitado. Es de noche y no tengo informático que me las pueda recomponer. El asunto se pone complicado. Otra vez el folio en blanco y aún voy por las 348 palabras. ¿Cómo consigo llegar a la meta establecida de juntar 500 palabras?

Bolígrafo en mano, cavilo qué escribir y mientras tanto me pregunto si debo reprender a la computadora por haber revelado mis secretos, mis intimidades. ¿Cómo se le habrá ocurrido hacer esto dejándome a la intemperie ante los lectores? Aunque la verdad, poco importa pues sospecho que, aunque no lo digan, les pasa lo mismo que a mí, que también están asustados.

Ya voy en 423 palabras, casi llegando, me animo en este nocturno que pretende ser literario.

Sigue siendo noche y hay galerna. Esperaré a que amanezca porque quiero ver salir el sol. Me vendrá bien.

Como un joven que no hace ruido cuando llega a casa tras una noche de farra así hace el sol cuando asoma en el mar oscuro. Despacito, despacito, a lo chitón, va, va… va subiendo por el cielo hasta iluminar otra vez la vida.

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