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Creo que fue hace más de 25 años cuando publiqué en el Faro de Vigo mi primera colaboración. En aquel artículo hablaba de la participación de Luis López Ballesteros, que llegaría a ser ministro de Hacienda con Fernando VII y autor de importantes reformas administrativas, en la Reconquista de Vigo. Desde esa fecha no he vuelto centrar mi artículo en una persona concreta, pero hoy si quiero hacerlo para hablar de José Manuel Figueroa, Chema Figueroa, que fue concejal del PP en el Ayuntamiento de Vigo durante 32 años y que hoy se encuentra apartado de la actividad política.

No sé si ha sido el concejal que más años ha ejercido el cargo de forma continua en nuestra ciudad, Ceferino de Blas seguro que lo sabe, pero sé que es la persona que más veces ha sido elegida representante de los vigueses desde la Constitución. Durante estos años demostró su trabajo, esfuerzo y dedicación en defensa de los intereses de Vigo y, desde luego, nadie sabe de la política y de la vida de nuestra ciudad como él ¡Qué buenas memorias serían las suyas! Tengo la suerte de conocerlo, de haber trabajado con él durante largos años y de haber aprendido de él.

Chema Figueroa ha sido concejal con todos los que han sido alcaldes de la ciudad desde 1978 y ha sido una pieza clave en las transformaciones de Vigo desde los años 80 hasta la primera década del siglo XXI. En esos años Vigo era una urbe viva, dinámica, crecía de forma intensa a pesar de las crisis, era atractiva para invertir y, por todo ello, vio incrementar su población en esas fechas en más de 30.000 habitantes, lo que contrasta con la atonía y decrecimiento de estos últimos años. Pero para lograrlo eran necesarios consensos municipales, imprescindibles para la gestión en Vigo, algo que hoy no existe como consecuencia del poder absoluto mal entendido. Y en esos acuerdos estaba siempre, bien en el gobierno o en la oposición, Chema Figueroa. De carácter tranquilo, prudente, capaz de reunir a gente que de otra manera no se pondría de acuerdo ni para tomar un café, con un enorme sentido común que le impedía admitir y defender al mismo tiempo una cosa y la contraria, cuando ejercía cargos públicos lo hacía sin la soberbia que acompaña a algunos, los cuales, como afirma Alain Finkielkraut refiriéndose a los comunistas, parecen enarbolar aires de informados confidentes de la providencia.

Muy querido también en el Partido Popular, su presidenta Marta Fernández-Tapias lo propuso hace pocas fechas como Presidente de Honor en Vigo, lo que fue aceptado de forma unánime con grandes elogios por parte de los militantes. Él asumió el liderazgo del grupo municipal en tres ocasiones, sin haber sido previamente cabeza de lista en las elecciones municipales y desempeñó su trabajo con una enorme fidelidad. La frase del Cardenal de Retz “nombrar un ministro es crear diez envidiosos y un desagradecido” en él no se cumplió.

Recuerdo que un día hablando de lo efímero de las cosas me dijo una de esas frases que demostraban su larga experiencia y conocimiento de todo lo que se “cuece” alrededor del poder: “cuando gobiernas la mayoría de la gente cruza la calle para saludarte, cuando dejas de gobernar, esos mismos cruzan para no hacerlo”. Con Chema Figueroa, desde luego, el PP de Vigo no lo ha hecho.

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