Opinión

Festín

Usamos a veces la palabra festín, con una carga peyorativa que nos lleva a referirnos a cuando alguien lleva ventaja en algo y tiene a un débil delante, aprovecha la situación dándose un esplendido banquete, comiéndose todo lo que se encuentra por delante. Algo así me temo que está pasando con muchos aspectos de nuestra economía que con el famoso ya, minuto y resultado de los medios de comunicación, anunciando subidas de precios, escaseces apocalípticas, mezcla de conceptos absurdos y un sinfín de verdades a medias, nos llevan a ver convertidas grandes capas de la población, en los débiles paganos de toda clase de afecciones que la economía descontrolada aporta, por lo que los que dominan los procesos económicos que permanecen incólumes ante las desgracias, pueden permitirse el lujo de los grandes festines, aprovechándose de toda las posibilidades que se presentan.

Tradicionalmente cuando se produce este tipo de situación, hacemos mención a la especulación que, en sus diferentes formas aparecen a la mínima cuando las desviaciones económicas súbitas emergen de forma real o aparente, daría lo mismo, dado que lo que se trata es de crear un estado de alarma generalizado que justifica utilizar el mecanismo especulativo que no es otro que se compra o se vende bienes con la idea de vender o comprar cuando la especulación recrudece, alterando los precios de forma repentina o programada por algunos, con motivos bien espurios, provocando ganancias no derivadas del valor de las cosas por la utilidad que su uso produce o por su utilización en la obtención de otros productos, sino simplemente por una diferencia de precios artificiosa que daña la economía de todos, pero principalmente la de los más débiles.

Frente a esto se puede actuar, luchando claro está con herramientas que tenemos a nuestra disposición, reconociendo que su eficacia es relativamente baja, por que las situaciones creadas con la especulación generalizada, son muy poderosas y no hay muchas posibilidades de éxito a corto plazo, pero en cualquier caso como hay que actuar y lo práctico es no andarse con medias tintas, no deberíamos dudar en ponernos en frente a la especulación, con la actitud más dañina y difícil de aplicar que es la de no comprar. No comprar hasta que el precio vuelva a la razón básica de correlación adecuada entre coste y beneficio en la que todos estemos satisfechos.

*Economista

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