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Carmen Pérez Novo.

Las palabras no las lleva el viento

Las palabras no las lleva el viento. De ninguna manera. Ya lo dice el refrán. Tienen un enorme poder. De hecho, los grandes líderes las utilizan para enrolarnos en sus causas, configurar el curso del destino y, por supuesto, para transformar nuestras emociones. Porque, señoras y señores, una selección correcta de las que utilizamos para describir la experiencia de nuestras vidas puede elevar nuestro estado de ánimo. Por el contrario, cuando no son adecuadas pueden desbastarnos con la misma seguridad y rapidez.

Pero el asunto va más lejos todavía. Las buenas de las palabras, no solo pueden crear emociones, sino también acciones. Y de nuestras acciones fluyen los resultados de nuestras vidas.

La cuestión radica en que la mayoría de nosotros elegimos inconscientemente el vocabulario que utilizamos; caminamos como sonámbulos a través del conjunto de posibilidades de que disponemos. Y ahí surge el problema. Porque el lenguaje es tan potente que basta que una persona cambie, por ejemplo la frase “esto es algo terrible” por “esto es un inconveniente”, “eso es imposible” por “eso es improbable” o “tengo que ponerme a dieta” por “elijo ponerme a dieta” para que note, aunque sea ligeramente, un cambio en su mundo emocional. Hagan la prueba y verán como el sentimiento es diferente.

“Eliminando las habituales negativas, podemos cambiar literalmente las pautas emocionales de nuestras vidas”

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Por tanto, podemos cambiar instantáneamente cualquier experiencia emocional, eligiendo sencillamente nuevas palabras para describir lo que estamos sintiendo. Porque, si no logramos dominarlas permitiendo que su selección sea estrictamente un hábito inconsciente, podemos estar denigrando toda nuestra experiencia en este maravilloso planeta Tierra. Sin embargo, eliminando las habituales negativas, podemos cambiar literalmente las pautas emocionales de nuestras vidas.

A estas alturas de la película, en que ya conocemos de sobra cómo está asociado el cortisol a cambios muy profundos en el funcionamiento del cerebro y del cuerpo –sus niveles elevados entorpecen el funcionamiento del sistema inmunitario, que es precisamente el que nos protege frente a virus y bacterias–, no podemos seguir ignorando el hecho de que el uso de palabras cargadas de negatividad, no solo no nos va a ayudar a resolver los problemas que ellas mismas describen, sino que, muy al contrario, los va a hacer aún más difíciles. Por eso, por la cuenta que nos tiene, utilicemos palabras para ayudar y no para anular. Y como dice un proverbio indio “cuando hables, procura que tus palabras sean mejores que el silencio”.

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