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Juan José Millás.

El trasluz

Juan José Millás

Prefiero un baño

Como el metro va a tope, llevo la nariz pegada a la cabeza de una mujer más baja que yo. Tiene el pelo húmedo, de modo que el calor del cuero cabelludo produce una evaporación cuyos efluvios se cuelan en mis fosas nasales. Tal vez, pienso, la mujer tenga fiebre. Habla con la que parece una compañera de trabajo. Le dice que no se ha secado el pelo porque esta noche ha soñado que el secador, al encenderlo, le hablaba. “Soltaba un chorro de palabras calientes”, añade, “me decía cosas del niño”. Dice esto acariciándose la barriga y entonces me doy cuenta de que está embarazada. “Cosas desagradables del parto”, continúa, “y ofensivas para mi marido y para mí”. La compañera observa a la mujer con gesto comprensivo, como si ella misma hubiera pasado por una situación semejante. Dice que a su abuela le hablaba la alcachofa de la ducha. “Tenía fama de sucia”, agrega, “pero no se duchaba para no oír los espantos que salían de los agujeritos, mezclados con el agua: era como ducharse con agua sucia”.

Las mujeres suspiran y callan. Se bajan en Alonso Martínez, donde queda un asiento libre que ocupo enseguida. A mi lado, un hombre de unos cuarenta años duerme. No llega a roncar, pero emite una respiración profunda, como si el aire, lejos de detenerse en los pulmones, le llegara hasta las entrañas no solo físicas, sino también morales, y desde allí saliera a toda presión provocando temblores en la mascarilla quirúrgica que le cubre la mitad del rostro. Debe de tener la costumbre de dormir sentado, pues se mantiene erguido, sin caer sobre mí, pese a los movimientos del vagón. Me pregunto qué soñará, por qué mundos extraños, por qué valles navegará su mente, y me extraño del hecho de soñar, tan común y tan singular al mismo tiempo. Todas las culturas han intentado desentrañar el sentido de los sueños, pero solo se intenta desentrañar lo que se encuentra en las entrañas, claro, y que, por eso mismo, por venir de las profundidades, resulta tan misterioso. Yo he soñado esta noche que me atacaba un perro. Lo sueño con frecuencia, no logro averiguar por qué.

Ya en casa, entro en el baño y escondo el secador del pelo en un armario. Había pensado ducharme, pero me doy un baño, por si acaso.

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