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Una sociedad saludable, aunque insana

Los hábitos de la juventud actual no son los de antes. Los jóvenes cada vez fuman menos, beben menos y consumen menos drogas. Así lo ha puesto de manifiesto el Ministerio de Sanidad a través de la encuesta Estudes, cuya edición de 2021 vio la luz a finales del pasado año.

Se trata de una encuesta de gran interés, pues su objetivo consiste en dar a conocer la situación y las tendencias del consumo de drogas y otras adicciones entre los estudiantes de 14 a 18 años que cursan enseñanzas secundarias. Es decir, la práctica totalidad de los jóvenes comprendidos en dichas edades, los cuales, por naturaleza, están destinados a convertirse en los adultos del mañana.

Sus resultados, además, no son meramente informativos, sino que tienen por finalidad el diseño y la evaluación de las políticas dirigidas a prevenir el citado consumo y los problemas derivados del mismo, que se orientan principalmente al medio familiar y escolar.

El caso es que, en comparación con los resultados de 2019 (la encuesta es bienal), el consumo de alcohol, a pesar de continuar en niveles elevados, ha decrecido en cinco puntos porcentuales. Al igual que el tabaco, pues solo el 30,7% de los alumnos ha fumado en el último año. Y el cannabis, la droga ilegal más popular entre los estudiantes, pero que en dos años su consumo se ha reducido de un 33% a un 28,6%.

Sin duda son buenas noticias. Aunque es evidente que la pandemia ha tenido mucho que ver. Si los jóvenes no han podido salir como lo hacían antes, no es de extrañar que, puesto que la inmensa mayoría residen aún con sus padres, haya descendido su consumo de tabaco o de alcohol. Así pues, será necesario esperar a la encuesta de 2023 para comprobar si esta tendencia a la baja se mantiene o si, por el contrario, ante la represión a que han sido sometidos los jóvenes durante estos dos años, el consumo se dispara en una indómita respuesta a los sucesivos encierros.

Ahora bien, no todo son alegrías. Si bien estas drogas por todos conocidas han experimentado un retroceso, no ha ocurrido lo mismo con la droga contemporánea por excelencia. Aquella que no solo te nubla la mente durante unas horas, sino que te convierte en una suerte de espectro, de yonki de la conexión wifi, de esclavo de la tecnología y, sobre todo, que provoca la desaparición de las relaciones sociales tal y como las hemos conocido hasta ahora y su sustitución por un peligroso sucedáneo, por la antítesis misma del concepto de relación: el mundo interactivo. Un mundo que no es tal, sino la ausencia de mundo, la nada convertida en todo.

"Hacen amigos a través de internet, se enamoran a través de internet, pierden la virginidad a través de internet. La pantalla es su vida y los emoticonos, su estado de ánimo, su forma de expresarse"

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Instagram, Facebook, Twitter, Snapchat y la más utilizada por los jóvenes de entre 12 y 17 años, TikTok, absorben las horas y las almas de millones de ellos mientras a su alrededor tiemblan los cimientos de la civilización. Hacen amigos a través de internet, se enamoran a través de internet, pierden la virginidad a través de internet. La pantalla es su vida y los emoticonos, su estado de ánimo, su forma de expresarse. Un inmenso vacío que se concreta en su incapacidad para hablar, reír y entablar relaciones fuera de la red.

En TikTok, chicos y chicas se retan unos a otros a realizar decenas de estupideces con el único objetivo de conseguir más seguidores. Comportamientos que no solo les privan de su psique. A veces también de su vida y de su salud. En enero del pasado año, una niña italiana de diez años falleció por asfixia tras colocarse un cinturón de albornoz alrededor de su cuello. ¿El reto? Aguantar la respiración el máximo tiempo posible. Pocos meses más tarde, un joven de quince años murió en Estados Unidos por sobredosis de un medicamento contra la alergia. ¿El reto? Consumir gran cantidad de antihistamínico hasta tener alucinaciones.

No es una película. Es la realidad, la cruda realidad. Lo que ha sucedido y seguirá sucediendo si no se ponen límites al uso compulsivo de internet y de las redes sociales por los jóvenes. El problema es que, aunque se conocen las nefastas consecuencias a corto plazo de esta situación, pocos son los que alzan la voz para reclamar medidas que le pongan remedio.

Según el Ministerio de Sanidad, la utilización compulsiva de internet ha aumentado en estos dos últimos años en todos los grupos de edad. En chicas, del 23,4% en 2019 al 28,8% en 2021; y en chicos, del 16,4% al 18,4%. Porcentajes que todo indica que irán in crescendo.

Eso sí, los jóvenes beben menos y fuman menos. Y como en esta sociedad de la permanente sonrisa solo nos quedamos con lo bueno, con aquello que produce satisfacción inmediata, lo otro, lo malo, seguro que no es tan malo. De hecho, las tablets proliferan en los colegios y los libros se desintegran en las estanterías. La tecnología se diviniza y lo clásico fenece. Pero no importa. Nuestros hijos sabrán tuitear, canalizar sus sentimientos a través de los emoticonos y conseguir seguidores, miles de seguidores. Todo ello mientras se convierten en esclavos de un pequeño objeto que guardan en su bolsillo. Porque la realidad es que su smartphone ya no les pertenece, sino que ellos pertenecen a su smartphone.

Bienvenidos al futuro. Bienvenidos a la distopía.

* Juez y escritor

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