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Ceferino de Blas.

La placa de Moncho Iglesias

Moncho Iglesias Veiga ya tiene su placa que ha sido colocada en uno de los lugares que más apreciaba como es la sede del Instituto de Estudios Vigueses del que formó parte hasta hace unos meses. La engalana una leyenda muy apropiada que dice: “O Concello de Vigo a José Ramón Iglesias Veiga (1957-2021) enseñante, generoso, defensor del patrimonio cultural y estudioso de la arquitectura contemporánea de Vigo y de Galicia”.

En un análisis de texto habría que hacer hincapié en las materias de las que ha sido uno de los principales especialistas, que ha divulgado en sus libros y constituye el mejor legado que ha dejado que sirve de ayuda para los estudiosos actuales y del futuro.

José Ramón Iglesias Veiga. / J. Santomé

Sin embargo hay un vocablo que define rigurosamente la personalidad de Moncho Iglesias y que está perfectamente traído a la placa: generoso. Si Antonio Machado se definía “en el mejor sentido de la palabra, bueno”, cuantos conocieron a Moncho saben que la humildad y la generosidad eran virtudes indisociables de su persona y que derramaba sobre todos. Era generoso de su tiempo, de sus conocimientos, de sus habilidades.

Los que acudían a consultarle alguna duda de las cuestiones en las que estaban trabajando y les suponía un obstáculo, con gran rapidez obtenían una respuesta suya que les desatascaba en aquella materia con una respuesta o un enlace. Nunca pedía favores, él siempre los concedía a los demás. Por eso es un acierto haber elegido la palabra “generoso” para definirle.

"Era el máximo especialista del mejor arquitecto que ha dado Galicia al mundo, Antonio Palacios"

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El resto de los conceptos de la placa son conocidos de todo el mundo. Fue tan gran docente que sus alumnos le aplaudieron y lloraron cuando se jubiló. Fue un singular conocedor y declarado defensor del patrimonio Vigo. Muchos le recordarán porque lo habrán visto enseñando por la ciudad a grupos de personas que quedaban encantados de sus recorridos, con el deseo de volver a repetirlos y saber de las calles, los detalles arquitectónicos e historia que él explicaba con amenidad y maestría. Era el máximo especialista del mejor arquitecto que ha dado Galicia al mundo, Antonio Palacios.

De ahí el acierto de la placa, del lugar en que se instaló y la idoneidad de la leyenda.

En Vigo se encuentran abundantes indicativos que recuerdan a personalidades que residieron en la ciudad, lo cual demuestra dos cosas: que atrajo a esos personajes y que quiso reconocerlos colocando los textos que explican a los paseantes y en especial a los forasteros algunos de los nombres de los que se puede presumir. Por ejemplo, Camilo José Cela, Álvaro Cunqueiro, Celso Emilio Ferreiro y otros. También hay placas indicativas de los edificios más esbeltos que se construyeron y adornan la ciudad, que identifican a los arquitectos de renombre que los diseñaron.

"El lugar donde se instaló, en la fachada del Instituto de Estudios Vigueses, llena de satisfacción a sus compañeros"

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Es una señalización que debe continuar porque aún hay personajes y edificios sin su dedicatoria, que la merecen, y porque supone una lección práctica sobre el terreno de la memoria intelectual y urbanística de la ciudad. El Ayuntamiento no debería tener reparo en gastar en esta tarea de señalizaciones didácticas porque propicia el conocimiento de la urbe, y la prestigia, ya que alberga mucha historia para enseñar. Podría convertirse en una ciudad didáctica de su propia historia, cuando en el pasado se la tildaba mendazmente de insuficiencia cultural.

Por eso merece un aplauso la colocación de la placa de Moncho Iglesias, que reconoce su categoría humana y su altura intelectual. El lugar donde se instaló, en la fachada del Instituto de Estudios Vigueses, llena de satisfacción a todos sus compañeros, y a cuantas personas que allí acuden y colaboran con ellos, porque simboliza mucho: sienten que Moncho sigue acompañándoles. No sólo sentimentalmente sino en los trabajos con los que coadyuvan a mantener viva la cultura de la ciudad por la que se esfuerzan y se sienten recompensados cada vez que aportan algún escrito que descubra o amplíe una faceta histórica, como hizo tantas veces el protagonista de la placa.

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