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Desde que comenzó la legislatura actual, y no digamos ya desde que la pandemia se convirtió en una realidad que no podían negar ni siquiera los ministros, contamos semanalmente con un disparate político gracias al cual los ciudadanos, a falta de mejor distracción, podemos pasar el rato. A menudo aparecen varios disparates cada siete días pero lo normal es que haya uno capaz de dejar en el olvido a la competencia. El disparate de la semana pasada fue, cómo no, el muy comentado voto del diputado en Cortes del Partido Popular Alberto Casero quien, diciéndolo de forma coloquial, se hizo la picha un lío al seguir el procedimiento telemático de votación y dijo que sí a un decreto, el de reforma laboral, al que su partido se oponía.

Como se sabe, el decreto habría sido derrotado en el Congreso gracias a los votos de dos diputados tránsfugas de Unión del Pueblo Navarro, que tenían que votar que sí e hicieron lo contrario. Pero la equivocación de Casero permitió que saliese adelante al cabo el decreto que permite nada menos, según el B.O.E., la reforma laboral, la garantía de la estabilidad en el empleo y la transformación del mercado de trabajo.

"Lo mejor, para mí, es la afirmación de que Alberto Casero se trata de un hombre más analógico que digital"

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Son varios los dislates que adornan el éxito del decreto de la reforma laboral, desde la vuelta al transfuguismo a las dudas acerca de las competencias de la presidenta del Congreso, Meritxell Batet, a la hora de impedir que el diputado Casero volviese a votar de manera presencial esta vez. Pero nada comparable a lo que fue el voto telemático. Según se ha explicado desde bastantes plataformas, para proceder de tal forma quien quiera y haya sido autorizado a hacerlo debe entrar por medio de su contraseña en la red interna del Congreso (intranet, en la jerigonza técnica). Al hacerlo, le aparecen las tres opciones de sí, no y abstención. Cuando elige una de ellas, vuelve a aparecer una nueva pantalla con la opción deseada y se le pide que la confirme. Así que para que se produzca un voto contrario al emitido tiene que existir un error informático doble, algo que jamás ha sucedido, o bien el autor del voto chungo ha de equivocarse hasta dos veces.

A juzgar por los comentarios del propio protagonista, el error se dio. Cabe plantearse por qué y a la hora de las explicaciones es cuando los valedores del diputado en desgracia convierten el disparate en supremo. Que si estaba enfermo, que se dio cuenta enseguida y llamó a la presidenta del Congreso para ir a cambiar su voto, que corrió con 39 grados de fiebre hasta la Cámara... Lo mejor, para mí, es la afirmación de que se trata más de un hombre más analógico que digital, de alguien de quien se ha dicho de forma expresa que es “un político con amplias lecturas que puede hablar con propiedad del Siglo de Oro hasta del último premio Nobel de Literatura o Economía”. Acabáramos; será por leer mucho y saber más que uno se vuelve un analfabeto digital.

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