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El meollo

Controles de alcoholemia

Los controles de alcoholemia no constituyen por si mismos una práctica que haga muy feliz a los conductores, por más que protejan a los cumplidores responsables frente a los infractores contumaces y que, en definitiva, contribuyan a salvar no pocas vidas en las carreteras por su función preventiva y disuasoria.

Ese cierto repelús generalizado, si bien produce recelo con respecto a los controles de la Guardia Civil, cuando se trata de una policía municipal causa aversión cuando menos. Las cosas como son. De ahí la sorpresa que producen las 18.900 pruebas de alcoholemia que ha realizado la Policía Local de esta ciudad en los 180 controles efectuados durante el pasado año 2021. La media sale a dos controles por día y a 105 pruebas por cada control.

El pasmo no viene dado tanto por el celo aplicado en dicha tarea, como por lo poco que al equipo de gobierno de Lores le gusta importunar a su parroquia con tal o cual actuación. Hay que suponer al respecto qué si los controles de alcoholemia realizados dentro del municipio de Pontevedra han incrementado su número por cuatro en la última década, esa tarea responde a una directriz emanada de arriba o de muy arriba en el mando del Concello, antes que a una decisión autónoma de las patrullas de la mentada Policía Local.

A la vista del informe elaborado por el cuerpo con esos y otros datos, Eva Villaverde, concejala de Seguridade e Protección Ciudadana, ha efectuado una valoración muy positiva. Razón no le falta a la edil nacionalista a la hora de poner un acento especial en la bajada continuada de la positividad detectada en dichos controles solo del 0,5%, teniendo en cuenta que el máximo aceptado por la Unión Europea está fijado en el 1%, o sea la mitad. Sin embargo, la eficiencia de cualquier policía municipal tiene que responder a una actuación global y no parcial de sus muchos y variados menesteres, como resulta obvio.

El Meollo de la cuestión está en calibrar si esa diligencia mostrada por nuestra Policía Local en los controles de alcoholemia, merece un aplauso dentro del ámbito de actuación que tiene encomendado, o si va en detrimento de otras labores igualmente significadas como, por ejemplo, la presencia en las calles y plazas o la atención a las llamadas de los ciudadanos para resolver las ciento una incidencias que surgen por doquier todos los días. La cosa recuerda un poco al cuento de desvestir un santo para vestir otro.

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