La cuantía de la pensión, por su importancia para poder llevar una vida post jubilar relajada, siempre es un motivo de discusión y puesta en solfa. El caso es que ese dinero, como el resto de todo lo que se mueve dentro de las arcas del estado, tiene su origen en nosotros mismos. Nace de nuestras contribuciones y los representantes políticos son únicamente los depositarios de gestionar con más o menos acierto su destino.
Así, cuando hablamos de la cuantía de las pensiones, más allá de las tropelías notables que se haya hecho con ese fondo económico de reserva que nunca se debió tocar, sabemos que el nivel de nuestra percepción, llegado el momento de cobrar, forma parte de un baremo, más o menos justo, con una serie de niveles correctores en función de las cotizaciones realizadas durante la vida laboral.
En los años 80, 90 e incluso antes, lo cool era evitar a toda costa pagar al fisco y por ello se instauró la palabra “en negro” como el comodín de referencia en infinitas transaciones laborales y económico-administrativas. Incluso era práctica corriente que, empresas “serias”, complementaran el sueldo de los trabajadores con un sobre bajo cuerda. En este escenario, los que vivían “en blanco” eran una especie de “pringaos” que cobraban legal, nómina en mano, y pagaban religiosamente sus impuestos tanto en referencia al IRPF, como en lo relativo a la cobertura social. Hoy, muchos de aquellos “pringaos” cobran pensiones dignas pues, su importe y nivel no nace por arte de magia, ni por la ocurrencia de un funcionario o la oportunidad de “pillar cacho”, sino por unas tablas que se articulan en función de las aportaciones de cada afiliado. Por eso, cuando algunos de aquellos que andaban en vehículos de alta gama y que, para arreglar una caldera, poner unas ventanas o hacer cualquier otra chapuza, cobraban “en negro”, demandan una pensión mayor, pongo en duda su legitimidad. Ahora, llegado el momento de su jubilación, empiezan a notar en carne propia que aquella alegría contributiva les ha llevado a no disponer de las cotizaciones suficientes para alcanzar una pensión interesante.
¿Cuál es la solución?. Pensiones dignas, claro que sí. Totalmente de acuerdo. Una persona no debe malvivir nunca y menos en la vejez. Pero, ¿y si a lo largo de su vida laboral un individuo ha evitado colaborar con el sistema al mantenimiento de la llamada solidaridad intergeneracional, mientras otros lo hacían religiosamente?.
¿Es de recibo que ahora reclame un nivel económico de prestación por jubilación por el que no ha cotizado, teniendo en cuenta que, gracias a ese excedente se puede haber hecho con un interesante patrimonio, mientras los cumplidores han invertido ese dinero, en sus cotizaciones sociales, para disponer en el futuro de una cobertura digna en la jubilación? Además, los cotizantes lo han hecho sin garantía de poder llegar a cobrar ese dinero en el caso de que la palmaran antes de la edad reglamentaria.
Y es que, una cosa es cubrir socialmente a las personas que, por circunstancias adversas, su andadura por la vida no haya discurrido como un jardín de rosas y otra es compensar con dinero público a individuos que pudieron cotizar y no lo hicieron. Pues si bien, el bajo nivel actual de la hucha de las pensiones se ha debido en gran medida a aquel desfalco del fondo de reserva, también ha colaborado a ello la importante merma de ingresos, sostenida a lo largo de los años, por la escasa colaboración de esos cotizantes insolidarios que hoy también reclaman un nivel de pensión digno. Se trata de un escenario dual donde la relación: derechos vs. deberes, tiene un coste económico pero también político. Por eso estamos ante un tema conflictivo del que, o bien no se habla, o sobre el que se pasa de puntillas.
Hace unos años un artista famoso hacía esta declaración: “...lo que me ha quedado de la pensión es una cosa alucinante. ¿40 años después y me pagáis esto, cabrones?”. Pensando que había rodado por escenarios nacionales e internacionales, es decir, que trabajó de lo lindo, no entiendo la queja. ¿Acaso cotizó lo estipulado y se ha cometido un error en el baremo para calcular el nivel percepción de su pensión contributiva? Si es así, seguro que la administración lo puede revisar. ¿Pero y si no lo es? En ese caso la declaración se las trae, porque de ella emana una falta de compromiso solidario.
Cuando uno es joven piensa que la vejez no va a llegar nunca y, aunque el tránsito parece lento, es veloz. El tiempo pasa y llegado el momento uno se encuentra frente a este tipo de dilemas, por eso es necesario cursar honestamente la materia de la vida y aprender a envejecer de forma honesta y solidaria desde la más tierna infancia.
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