Opinión | DESDE MI ATALAYA
Bernardo, el “Ringuindaino”
Del “Anecdotario popular marinense”, traemos a este comentario semanal hoy, una anécdota jocosa y curiosa de aquellos tiempos. Pues sabido es que, en nuestra villa, existen cientos de “alcuños”, de todos conocidos.
Era una fiesta del Corazón de Jesús, que se celebraba en los Placeres, y a la que no podía faltar el eximio Don Eugenio Montero Ríos, para llevar el estandarte en la procesión, como persona de calidad, relieve y distinción. Una vez recogida aquélla, se hizo el acostumbrado baile en el atrio de la iglesia, amenizado por la Banda de música de Marín, Don Eugenio, sentado campechanamente sobre el pretil que circundaba el recinto de la Iglesia, descansaba del esfuerzo realizado portando el pesado estandarte, y observaba, finamente socarrón, la actitud de los músicos.
Terminada la interpretación de una de sus ruidosas y brillantes piezas, llamó su lado a Bernardo, “o Ringuindaino”, que tocaba los platillos en la banda de música.
–Ven acá, home, –dijo dirigiéndose a uno de los músicos–. Ti, ¿cómo te chamas?
–¿Eu? Bernardo, xa o sabe usté, don Eugenio.
–Pero Bernardo e ¿qué mais?
–Bernardo Pesqueira, concluyó aquél.
–Xa o sei, xa o sei, pero de alcuño?
Un poco ruborizado el músico, acercando su boca al oído del político, le dice, en un tono moderado de voz: “De alcuño chámanme O Ringuindaino”.
Don Eugenio, simulando gran sorpresa, le replica, en el mismo tono de reserva: “Pois non deixes que che chamen iso, porque é una palabra moi fea”.
Quedó el pobre Bernardo visiblemente turbado por la advertencia de don Eugenio, sin poder disimular su preocupación de tal modo que se hacía ostensible a través de los desacompasados “platillazos”, con que rubricaba los musicales acordes de sus compañeros.
Al día siguiente por la mañana, después de una noche sin poder conciliar el sueño, pensando sobre cuál sería el desconocido sentido de su “alcuño”, nuestro hombre se fue derecho a casa de Higinio” O Pateiro”, que ten´çia fama de “erudito” entre el vecindario. Este, calándose las gafas y hojeando un viejo y grueso libro, sentenció grave y solemnemente: “Eche certo, Bernardo, en castelán Ringuindaino, quer decir alcahuete”.
Desde aquel día, llamar a Bernardo Pesqueira por el alcuño de “Ringuindaino”, provocaba la más airada réplica del interesado, injustamente tratado por tan ultrajante nominación.
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