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José María de Loma.

Jersey de cuello alto

El jersey de cuello alto se lleva. Se lleva si no se tiene el cuello muy largo, queremos decir. Tampoco conviene llevarlo si la barriga es prominente, cosa frecuente en enero tras las ingestas navideñas de mazapanes, alfajores y espirituosos nacionales o de importación. Ya para febrero las panzas menguan, pero también en ciertas latitudes el frío ha remitido algo y entonces el sujeto en cuestión, aunque con la panza en retroceso, tiene menos motivos para llevar el cuello alto. La barriga es que distrae mucho la atención del que nos mira. Y es una pena. Lo que queremos es que nos miren el jersey. Sobre todo si lo llevamos de cuello alto, de buen tejido, excelente color y alto precio. Hay algo de desprotegido en el que lleva el cuello alto. Nos produce empatía ver su cuello pertrechado, al resguardo de vientos, aludes, escupitajos, fríos, lluvias o miradas a la nuez. Nos dan ganas no solo de decirle qué elegante estás, sino también de invitarle a un café calentito y reconfortante que mime esa garganta y la deje presta para el necesario grito al niño que no quiere bañarse, para la templada alocución en un ateneo, para atender una llamada telefónica o para lanzar aterciopelados piropos a la persona amada. Chati. Hay quien además de cuello alto se dota de bufanda, lo cual es una redundancia, un pleonasmo colgado al cuello, una hiperprotección, una superpoblación textil y un no descartable calor del copón. En ciertas mujeres el cuello alto dota de una elegancia aristocrática a la que lo lleva, aunque si además de jersey de cuello alto la mujer en cuestión es marquesa, o incluso duquesa, el matiz aristocrático se acentúa. Aunque matiz no lleve acento. Los jerséis de cuello alto se han modernizado y ahora se confunden con la sudaderas o se exhiben en los anaqueles en su versión impostor: con cremallera. Y por ahí no pasa uno, no. O es un cuello alto perpetuo o es otra cosa. El cuello alto puede llegar hasta la mascarilla y si así sucede es un disfraz o embozo, una parafernalia telosa y ocultativa que nos convierte en sospechosos y que quizás no nos deja ni respirar. Tiene que existir una franja cutánea que deje un territorio gargantil al aire, a la vista, al solecito o al fresquete. Lo bueno del jersey es que posterga la palabra suéter. Cinco, seis, suéter y ocho. El horror pudiera ser el jersey de cuello alto pero de manga corta, excentricidad punible que por fortuna yo no veo mucho por mis lares. En no pocos lares el término lares se utiliza poco. Parece que da como apuro. Como si se tuviera el agua al cuello.

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