Desde que comenzó toda la situación de la pandemia, nos hemos esforzado en encontrar culpables.

Los primeros señalados fueron los chinos, ya que el virus provenía de su país.

Una vez que este llegó a otros lugares, la culpa pasó a ser de la gente en general, por expandirlo viajando, reuniéndose, etc.

Después comenzó la cuarentena. ¿A quién se señaló entonces? A todos aquellos que salían de sus casas, sin detenerse a mirar cada circunstancia (como el caso de las personas con TEA, por ejemplo).

Volvieron a bajar las restricciones, y fue ahí cuando se acusó a los jóvenes. Se les llamó irresponsables por quedar con sus amigos o hacer fiestas, aunque la realidad es que no todos ellos lo hacían, mientras que había adultos que sí las organizaban.

Vuelta al cole. ¿A quién le toca ahora? A niños y profesores. Como aparecieron positivos en las escuelas (cosa completamente lógica, ya que pasan mucho tiempo juntos en una misma clase; y aún así, la mayoría de los contagios en aulas provenían de contextos ajenos a colegio e institutos), el dedo acusatorio fue dirigido hacia ellos.

También se criticó a la hostelería. A pesar de que lo estaban pasando mal debido a las limitaciones, las cuales les hicieron perder muchos clientes (puesto que muchos dejaron de acudir por miedo), se les culpaba porque sí había gente que se reunía en bares y restaurantes, y en ocasiones la enfermedad se transmitía allí.

Así se entró en un ciclo de culpabilidad: que si niños, jóvenes, pubs, colegios, fiestas, el Gobierno, el sector hostelero, etc. El caso es que al final todos, por una cosa o por otra, fuimos señalados. Y la realidad es que nadie debería haberlo sido, ya que ninguno de nosotros eligió vivir con este problema, nadie deseó nunca un virus llamado COVID-19. Aunque hay que ser responsables, no es fácil vivir con una mirada acusatoria encima que te juzga por cada acción que realizas. Por ello, dejemos de buscar culpables, entendamos que todos somos víctimas de esta situación y apoyémonos unos a otros más que nunca.