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Matías Vallés.

El autotest es la revolución

La pandemia dejará un balance millonario en contagiados y milenario en fallecidos, pero su legado revolucionario es el autotest. El frenesí de las incidencias y las hospitalizaciones desatadas coarta la reflexión sobre la entrega al paciente del diagnóstico de su enfermedad, un mazazo a la jerarquía sanitaria preexistente. Se argumentará que el ciudadano con síntomas o con ansiedad se limita a cumplimentar unas instrucciones detalladas, pero también los profesionales sanitarios aplicaban estos protocolos antes exclusivos a rajatabla, sin desdoro de la ciencia médica.

La autogestión sanitaria inaugurada con los test de antígenos no es un fenómeno pasajero ante los turbocontagios de ómicron. Ha venido para quedarse, la atención despersonalizada invierte el dogma previo del tratamiento individualizado, no consulte a su médico. El paciente autónomo no solo determina su infección, también tramita las repercusiones por ejemplo laborales de su enfermedad recién adquirida. Incluso programa un alta ¿médica? con una semana de antelación. El siguiente paso, refrendado por la solución de más del noventa por ciento de los casos sin ver físicamente a un médico, es el cúrese usted mismo.

"Es inevitable que los practicantes del autotest incorporen la maestría recién adquirida sobre su propio cuerpo"

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El enfermo imaginario, cita ineludible en el cuarto centenario de Molière, pasa a ser el médico imaginario. El Estado se ha comportado como los bancos que abandonan desamparados a sus clientes, al albur de internet. En cuanto al futuro de los facultativos, los periodistas pueden ilustrarles sobre la suerte que corre una profesión cuando sus clientes deciden cómo diagnosticar y tratar ellos mismos sus necesidades informativas. Es inevitable que los practicantes del autotest incorporen la maestría recién adquirida sobre su propio cuerpo, quizás matizada por sus prejuicios. En aplicación de la pulsión populista, los más hábiles propagarán su conocimiento improvisado sobre la enfermedad a familiares y vecinos. En el límite, la experiencia acumulada por los pacientes avalará que, cuando el médico tenga un problema de salud, pueda consultar a su enfermo de cabecera.

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