Hay un episodio del Príncipe de Bel-Air en el que Carlton y Will van a la Universidad de Princeton para hacer una entrevista. Will, pese a no ser un estudiante ejemplar, conquista a su entrevistador con su carisma, su ingenio y su inteligencia (resuelve con rapidez un cubo de Rubik) y, finalmente, la institución académica de la Ivy League lo invita a formar parte de su alumnado. Carlton, cuando le toca acudir a la cita, confundido y molesto por el éxito de su primo, intenta imitar la performance de Will copiándole tanto su manera de vestir (gorra para atrás, chaqueta del revés, etc.) como sus gestos y sus chistes, pensando que de ese modo podrá entrar también en la prestigiosa universidad. El representante de Princeton, quien esperaba conversar con un joven formal de expediente impecable, se encuentra con un sujeto inmaduro y maleducado. El resultado, por lo tanto, es catastrófico para Carlton, pues acaba montando un espectáculo ridículo que da vergüenza ajena.

He recordado esta escena después de ver la rueda de prensa que ofreció Pablo Casado en su “pueblo de adopción” con unas vacas pastando de fondo. Parece que el líder del PP se hizo un lío monumental con lo de la explotación extensiva y las macrogranjas. Descubrió también que los ganaderos llaman a los animales por su nombre y celebró, muy sonriente, el nacimiento de un ternero. Se supone que el objetivo de esa visita improvisada no era otro que el de criticar a Alberto Garzón por sus declaraciones al periódico "The Guardian", sacando partido de la manipulación que se hizo de sus palabras y de la torpeza del ministro, aficionado, como otros miembros del gobierno, a plantear debates interesantes en los lugares equivocados.

"Las campañas requieren en ocasiones que los candidatos se disfracen de algo, incluso de granjeros. El problema es cuando adoptas un estilo que no es el tuyo"

Lo que ocurre es que toda la parafernalia de la que se rodeó, todo el espectáculo populista de ir a presentarse como un hombre de campo dispuesto a luchar a vida o muerte por la carne de vacuno española, incluyendo el lema de “más ganadería, menos comunismo”, no le pega en absoluto. Ese discurso se parece más, en las formas y en el fondo, al de Isabel Díaz Ayuso y no se ajusta a la personalidad política de Casado. Incluso parecía que le entraba la risa floja cuando los periodistas le preguntaban cuál era el propósito de esa escena bucólica si al final el ministro y él venían a decir algo parecido, respondiendo que en realidad los había convocado para que disfrutaran del paisaje.

Uno entiende que se aproximan unas elecciones en Castilla y León y las campañas requieren en ocasiones que los candidatos se disfracen de algo, incluso de granjeros. El problema es cuando adoptas un estilo que no es el tuyo. Así todo resulta ridículo e impostado. Aunque, teniendo en cuenta los tiempos que corren, esa incapacidad de convertirte en un demagogo sin complejos cuando las encuestas parecen obligarte a coquetear con el extremismo no tiene por qué ser algo necesariamente malo. Preocupan más los que sí tienen talento para ello porque son los que ganan elecciones. Quienes resultan muy naturales y convincentes en el disparate.