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José María de Loma.

Johnson de farra

Hombre, al fin alguien que se lo pasa bien currando. Boris Johnson ha pedido perdón por los fiestones que se metía en plena pandemia y ha declarado que pensaba que eran “reuniones de trabajo”. Urge que los jefes, los jefes del mundo, los jefes todos, los jefes siesos y los jefes enrrollaos, aprendan de Boris y organicen reuniones que parezcan fiestas, Gutiérrez, páseme el champán y que quién ha traído estos canapés tan ricos. Las reuniones más efectivas ya nos tienen dicho los coachings que son de 35 minutos, que a partir de ahí la gente desconecta. Lo que a mí me parece increíble es que alguien pueda atender a algo durante más de media hora, pero en fin.

Sin embargo, las fiestas duraban horas, pide pizzas, niño, pon a los Rolling, que nos amuermamos. Y tal vez ahí, entre baile y pitillo, entre charlita y vinazo se tomaran las grandes decisiones. Y los grandes cubatas. Decisiones sobre medidas restrictivas en el Reino Unido. Que no os juntéis, que os vais a infectar mientras yo me infecto de la cantidad de ostras que me he metido ya. Yo a Boris lo quiero en mis fiestas, digo en mis reuniones, a ver Boris, qué hacemos con esto y con lo otro y si te has leído el informe o tienes resaca.

"Hay quien se ha rasgado las vestiduras, como si no estuviera ya demostrado que un hipócrita puede dirigir un país"

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El Parlamento inglés no se ha tomado a fiesta esta actitud y ha pedido al primer ministro fiestero que dimita, cosa que Johnson ha tomado, claro, a fiesta. A chufla. Al menos ha pedido perdón, como hizo el emérito, persona más hábil, dado que nadie lo ha pillado nunca de fiesta, sí de cacería. Hay quien a raíz de este comportamiento se ha rasgado las vestiduras, como si no estuviera ya demostrado que un hipócrita puede dirigir un país. Los vicios privados de según quien siempre han sido cosa pública. Boris Johnson siempre tendrá futuro como animador en un hotel y si no fuera porque hemos visto imágenes de él vestido de pollo, leeríamos sus libros tomándolos más en serio. Son sobre Churchill, pero podrían titularse Cómo ser un gran anfitrión. “Trae tu propia botella”, decía a sus agasajados, en lo que puede ser proclama de colegueo o indicio claro de racaneo.

En España no sabemos si los gobernantes se divierten a lo grande o si se aburren a lo chico. Pero sí que parece que los Consejos de Ministros son una fiesta que tal vez anime Garzón. A veces Sánchez quizás les diga, traed vuestra propia polémica. Una fiesta.

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