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Joaquín Rábago.

360 grados

Joaquín Rábago

Serbia atraviesa una situación neocolonial

Una situación que solo cabe calificar de “neocolonial”, sumada a la corrupción y con la pobreza como resultado, caracterizan a la Serbia posyugoslava. Tal es la opinión del conocido cineasta serbio Srdan Goluvic, quien en su película Otac (‘Padre’), premiada en el festival de cine de Berlín, documenta magistralmente tal estado de cosas.

El film tiene como protagonista a un padre a quien, tras el intento de suicidio de su mujer, los servicios sociales le arrebatan sus hijos pequeños, y que decide recorrer los más de 300 kilómetros que separan el lugar donde vive de la capital para quejarse al Gobierno por lo que le pasa. En ese recorrido, Goluvic documenta la lamentable situación en que se encuentra la Serbia actual: fábricas cerradas, ciudades casi en ruinas y gente que solo se preocupa de lo suyo, aunque de vez en cuando se produce por fortuna algún destello de solidaridad.

En el transcurso de la película, el protagonista, acostumbrado antes a aguantarlo todo, aprende por fin a tomar las riendas de su vida y recupera así la dignidad: es en cierto modo un personaje universal. El film fue duramente criticado por las autoridades serbias, que negaron que el país sea tan pobre como lo pinta Goluvic o que esté tan corroído por la corrupción. Pero el cineasta asegura que no se ha inventado nada, sino que ha retratado al país tal y como es.

Al comienzo de la película se muestra, por ejemplo, cómo el jefe de los servicios sociales gana dinero entregando a los hijos pequeños del protagonista a unos padres adoptivos, algo que Goluvic ha visto que ocurre en su país. “La corrupción está extendida en toda la región balcánica, ya sea en Bosnia y Herzegovina, en Macedonia o en países que están hoy en la Unión Europea como Bulgaria y Rumanía. Y además funciona. Nos fuerza a participar de un sistema corrupto porque entendemos que es la única forma de salir adelante”, afirma el cineasta(1).

En su opinión, la transición de lo que había sido Yugoslavia al capitalismo se hizo de forma “caótica”, a lo que se sumaron las guerras, y el resultado de todo ello es el actual “neoliberalismo salvaje”. Los políticos serbios, explica Goluvic, no tienen ni idea de cómo organizar una sociedad normal y se dedican a “vender el país de tal forma que vivimos en una colonia, en la que empresas como Rio Tinto pueden hacer lo que les da la gana”.

Esa empresa británico-australiana proyecta una enorme mina de litio en el oeste de Serbia con la habitual promesa de que creará puestos de trabajo, algo que el país necesita como agua de mayo. “Surge una relación neocolonial cuando un país no es capaz de producir nada y se ve obligado a aceptar compromisos que le perjudican. Serbia no es colonia de un solo país, sino de muchos”, afirma el cineasta.

Goluvic critica, por ejemplo, que las leyes serbias favorezcan a los inversores extranjeros. Así, por ejemplo, durante tres años los sueldos que pagan a sus trabajadores están subsidiados por el Gobierno, algo que no ocurre con los inversores serbios. Con todo, el cineasta se muestra esperanzado por la reacción de muchos de sus compatriotas, que han salido últimamente a protestar en defensa del medio ambiente, algo que seguramente no esperaba el presidente serbio, Aleksandar Vucic.

“Está en juego la propia supervivencia. La gente de la Serbia occidental, donde se proyecta la mina de litio, luchan contra la forma más sucia del capitalismo neoliberal”, afirma. “Se les promete dinero y puestos de trabajo para los próximos cincuenta años, pero cuando cierre la mina, nadie podrá vivir ya allí porque el medio ambiente estará totalmente arruinado”, denuncia. ¿No nos recuerda lo que sucede ahora en Serbia a las protestas de muchos vecinos y ecologistas contra el proyecto de construcción de una planta de procesado de uranio en la localidad salmantina de Retortillo, afortunadamente vetado por el Consejo de Seguridad Nuclear?

(1) En declaraciones al diario alemán “Junge Welt”.

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