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Ernesto Penas

Pesca de arrastre y cambio climático

A principios de 2021, un estudio publicado en la revista Nature (Protecting the global ocean for biodiversity, food and climate), firmado por Enric Sala y colaboradores, alertó a la comunidad mundial sobre los efectos de la pesca de arrastre sobre le emisión de gases de efecto invernadero. Según este estudio, ampliamente publicitado en fechas recientes en la prensa nacional e internacional, el arrastre libera entre 600 y 1.500 millones de toneladas de carbono cada año, unas cifras parecidas o incluso superiores a los 918 millones de CO2 emitidos por la aviación global. El artículo también sitúa a España como décimo emisor mundial de CO2 por este motivo, tras una sorprendente Croacia.

Que la pesca de arrastre supone un alto consumo de carburante, y con ello contribuye a la liberación de significativas cantidades de anhídrido carbónico, es un hecho ampliamente conocido, y su magnitud evaluada por diversos autores, entre los que destaca Robert W.Parker. Lo que llama la atención en el estudio de Enric Sala son dos cosas: la considerable reestimación al alza de la contribución de la pesca de arrastre en la producción de gases de efecto invernadero y, como ya viene siendo habitual en los últimos años, la gran repercusión de este nuevo estudio en los medios de comunicación. Es oportuno recordar que la comunidad científica publica miles de estudios al año, pero solo unos pocos logran el privilegio de alcanzar un impacto mediático. Y, nuevamente, entre éstos figuran siempre los que presentan una imagen negativa de la actividad pesquera, mientras que los numerosos estudios que presentan evidencias más positivas para la pesca, o simplemente más equilibradas, no reciben atención mediática alguna. Ello me obliga de nuevo a salir en las páginas de este periódico para hacer algunas puntualizaciones.

Desde su publicación, el estudio de Enric Sala y colaboradores ha sido objeto de controversia por parte de otros grupos científicos. Sin embargo, la otrora prestigiosa revista Nature, de momento, está evitando publicar las respuestas críticas al artículo en cuestión, como por ejemplo la de Jan G. Hiddinck y colaboradores, que ha analizado las hipótesis de Enric Sala para concluir que éste sobreestima los efectos del arrastre de fondo sobre el clima en uno o dos órdenes de magnitud, es decir, entre 10 y 100 veces. Los argumentos en cuestión son en su mayoría de carácter muy técnico, pero es de interés mencionar algunos de ellos, de más fácil comprensión por los no especialistas.

Sala y colaboradores basan su afirmación en que los efectos del arrastre no se limitan a los de su elevado consumo de carburante, sino que están relacionados con la resuspensión de los sedimentos del fondo marino que, según su estudio, tendrían como efecto la remineralización del carbono orgánico contenido en ellos y su conversión en CO2. Sus cálculos, sin embargo, asumen que el carbono orgánico de los sedimentos no removidos por el arrastre es inerte, y ello supone ignorar décadas de investigación que demuestran cómo los sedimentos sin disturbar también mineralizan su carbono orgánico. Además, el estudio de Sala sobreestima el volumen de sedimento que es removido por el arrastre, ignorando los estudios de otros autores.

Otra cuestión de fácil comprensión es la referencia a los efectos positivos que tendría el establecimiento de zonas marinas protegidas (ZMP) en las que el arrastre estaría excluido. Este instrumento goza de un extraordinario predicamento entre los activistas por la defensa del medio marino. El estudio que nos ocupa asume que el establecimiento de una gran red de ZMP tendría como resultado una reducción importante de emisiones de CO2, asumiendo que daría lugar a una reducción de la actividad pesquera, en particular del arrastre. Sin embargo, la experiencia de aplicación de las ZMP ya existentes en aguas europeas muestra que éstas no reducen el esfuerzo de pesca: solo lo desplazan a otras zonas, con lo que no existe evidencia de que este tipo de instrumento reduzca ni la actividad pesquera ni las emisiones de CO2.

En un momento en el que existen planes para prohibir la pesca de arrastre, la gran difusión de ciertos artículos científicos en los medios no parece casual. Y todavía menos inocente. Quien esto firma ha pasado su vida profesional defendiendo que la gestión pesquera debe estar basada en la mejor evidencia científica disponible. Y, a día de hoy, ésta sigue siendo mi divisa. Pero, por desgracia, la tendencia de los últimos años hace necesario recordar que la mejor base científica disponible no es necesariamente la que tiene mayor impacto en los medios de comunicación. El lector avisado debería tenerlo siempre en cuenta.

*Experto en gestión pesquera

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