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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

El panorama

El panorama

En el último suspiro del segundo año de pandemia, y en vista de que la maldita nueva variante del virus se empeña en mantener el estado de angustia de la ciudadanía gallega y algunos sectores económicos al borde de la ruina, hay que insistir en dos datos. Uno, la prudencia individual y de grupo sigue siendo la clave. Otro, la urgencia de evitar desde los poderes públicos la imagen –quizá injusta pero cierta– de que las decisiones se toman sobre la marcha. Y por eso mudan, como el COVID, cada poco y agravan la confusión social y el miedo al porvenir a causa de la situación económica de sectores que no saben con claridad a qué atenerse.

Una situación así parece difícil de empeorar, pero lo consigue. Y lo hace a través de factores que todos padecen menos –por lo que se les escucha a sus miembros– el Gobierno de España–. Para su presidente, con un cinismo insoportable, “está comprobado” que los precios de la electricidad son los de 2018”; para la responsable de Economía, pese al IPC –6,7% en diciembre– insiste en que la inflación es algo coyuntural “algo coyuntural”. O la de Trabajo, una agnóstica que acude a ver al Papa de Roma u sale “emocionada”: quizá por eso es la única persona en España que dice creer que la reforma laboral “va a cambiar la vida del país”.

Es por eso por lo que, con estos dirigentes –y de los de la oposición más vale no hablar–, desear un feliz año 2022 es un deseo bienintencionado pero quimérico. Aunque como ya dice el refrán que la esperanza es lo último que se pierde, hay que aferrarse a ella y confiar, primero en que los famosos Fondos Europeos se distribuyan con un mínimo de equidad y, segundo, limitar lo que ya es evidente: que existen –de momento en términos financieros– dos Españas, la financiada con generosidad por afín a Sánchez, y el resto, peor tratada y por tanto desigual.

Galicia es, sin duda, ejemplo de lo segundo. Una comunidad a la que se le toma el pelo a base de medias verdades –que como dijo el clásico no son verdades a medias sino mentiras dobles–, cuyo caso más reciente es un AVE tardío e incompleto presentado como poco menos que un acto de generosidad de Moncloa cuando la verdad es que ni siquiera cumple lo proyectado hace lustros. O a la que se le escamotea un puñado de millones para necesidades urgentes mientras la hucha común financia un Ministerio de Consumo que bate récords de clientelismo e incapacidad.

Mientras, lo inexplicable se extiende también a lo que se refiere a una pandemia que parece evidente será pronto endémica. Ausente el Gobierno, que se limita al maquillaje, España sigue con diecisiete políticas sanitarias –aunque ahora se organizan confederaciones antiCOVID– parece haber optado por dar prioridad a la Economía ante la Salud Pública, seguramente porque La variante ómicron es más benigna que las anteriores y causa menos muertos. Pero tampoco esa opción es segura: dependerá de lo que ocurra este largo fin de semana. Aún así, y dado que este año, como el anterior, han visto reabrirse la caja de Pandora, vale la pena recordar que de ella salieron todos los males pero permaneció lo principal: la esperanza. Habrá que confiar en que este Gobierno no la estropee y así mejore el panorama.

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