A pesar de que seguramente no escaseen quienes crean –y además de verdad– en las prédicas y promesas de una parte considerable de los/as políticos/as, incluso el escepticismo se queda corto en ciertos casos concretos. E identificables, lo que hace aún más extraño que las gentes del común, a las que se dirigen por lo general las monsergas, vuelvan a votar por los timadores cuando llega la ocasión. Y conste que la reflexión no pretende inducir o espantar ningún tipo de apoyo electoral: cada cual, en democracia, puede equivocarse cuanto quiera.

Viene a cuento el introito, que no pretende ser homilía, de la noticia de FARO DE VIGO según la cual unos 6.500 gallegos/as están a la espera no ya de que se les abone el famoso “ingreso mínimo vital –que esos superan aquella cifra– sino que se les aclare qué, cómo. cuáles, cuántos y por qué han de presentarse los documentos que reclama la parte podemita de la coalición gobernante para poder engrosar, ya rematado el papeleo, la lista de los que aguadar el dinero. O sea, quienes más se beneficiarían de aquello del “asalto a los cielos”, se supone que del poder.

Los timadores, que en definitiva son todos los que tratan de dar gato por liebre a quienes creen en ellos, practican otro viejo truco por si en un momento dado se les reclama: fingir una pérdida de memoria radical, resumida en una frase, la del tradicional “si te he visto no me acuerdo”. Y conste que, en este caso, los timados no buscan, a su vez, aprovecharse indebidamente, ni pretenden indemnizaciones, ni buscan resarcirse del engaño. Quieren algo en apariencia tan fácil, pero tan extraño aquí, como que se cumplan los compromisos adquiridos en público por los timadores.

(Los cielos a asaltar, en aquellos años, se resumían en algo más concreto: La Casta. En ella se concentraban todos los tópicos, y algunas realidades, de lo que un sector social que se autocalifica –aún– de “progresista” identificaba, en causa y/o efecto, los males del país. Ocurrió que, llegados al poder tras una vergonzante y fulgurante pirueta, quienes iban a proponer el dogma eligieron la herejía de grandes residencias, pisos caros, escolta policial, enchufes para esposas, amigos/as, afines y clientes en general. O sea, los “vicios” atribuidos desde siempre a la derecha más rancia y selectiva: ora pro nobis.“Casta”.)

Con este panorama, que responde a un punto de vista particular pero que cita hechos, no ha de extrañar que más de seis mil personas en Galicia podrían ser calificadas de estafadas, siquiera por haber creído en la promesa de un puñado de políticos que, sencillamente, carecen de escrúpulos y de las dos vergüenzas, la propia y la ajena, que habrían de ser obligatorias en el oficio. Lo peor es que los timadores ocupan puestos de responsabilidad, deciden sobre vidas y haciendas de mucha gente y, por lo que se ve, no sólo se han adaptado a La Casta de la que un día decían abjurar, sino que han creado otra. Que es acaso menos abundante, pero con efecto bastante más dañino. Como una pandemia, vaya.