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Ánxel Vence.

Crónicas galantes

Ánxel Vence

Trabajos de los reyes

El de rey es uno de los pocos trabajos fijos que van quedando; aunque por desgracia haya pocas plazas disponibles. Tampoco se convocan oposiciones, lo que hace aún más difícil conseguir el puesto. Habrá que buscar otros nichos de empleo para arreglar el endémico problema del paro en este país. Cierto es que la reciente historia de los monarcas en España no hace especialmente codiciable la plaza. Isabel II acabó en el exilio de París, al igual que su nieto Alfonso XIII en el de Roma. Y el nieto de este, Juan Carlos I, lleva ya un tiempo viviendo en un emirato árabe, por esos avatares que tiene la Corona.

De ello se deduce que el trabajo de jefe de la Casa Real, aun siendo bastante remunerativo, carece a menudo del carácter indefinido que se le presume.

Algo de eso sugirió el rey Faruk de Egipto al ser depuesto por un grupo de militares que encabezaba el nacionalista Nasser. “Pronto quedarán solo cinco reyes: los cuatro de la baraja y la reina de Inglaterra”, comentó resignadamente el ya exmonarca.

En lo de la reina británica acertó plenamente; pero exageraba un poco al vaticinar la caída general de las monarquías. Algunas han desaparecido, en efecto; pero son muchas las dinastías tradicionales que ahí siguen para alimento de las revistas del corazón. Incluso se ha producido la resurrección de alguna de ellas, como la de los Borbones en España.

La clave o el truco que les ha permitido sobrevivir es la adopción del concepto de monarquía parlamentaria, fórmula que permite la coexistencia entre dos sistemas de gobierno incompatibles entre sí como el dinástico y el democrático. Privado de sus antiguos poderes absolutos o siquiera ejecutivos, el “gobierno de uno solo” por la gracia de Dios y de la genética se aviene sin problemas con el gobierno democrático de todos, aunque esto último resulte en ocasiones una mentira piadosa.

Tal es la razón por la que el Gobierno, único que manda realmente, haya autorizado al rey Felipe a decidir por su cuenta si permite o no el regreso del anterior monarca Juan Carlos a España.

"El Gobierno ha decidido que los problemas de casa, aunque sea real, se arreglen en la propia casa"

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La cuestión es muy delicada, por razones que no será necesario citar; y acaso el presidente Sánchez haya querido quitarse de encima el muerto –con perdón– transfiriéndole su manejo al rey. Es una de las ventajas de la monarquía parlamentaria, cuando se cruzan los asuntos familiares con los de Estado. El Gobierno ha decidido que los problemas de casa, aunque sea real, se arreglen en la propia casa.

Queda claro, en fin, que no siempre es fácil ser rey, salvo en el caso de los Magos de Oriente. Hay excepciones, claro está, como las de aquellos que se las apañan para ejercer de monarcas aun sin disponer del necesario flujo de sangre real en sus venas. Ahí está el caso del emigrante gallego Ildefonso Graña, que fue proclamado por una tribu de jíbaros como Alfonso I, rey de la Amazonia, allá a comienzos del siglo XX.

O, para decirlo todo, el aún más notable ejemplo de la monarquía marxista-leninista instaurada en Corea del Norte por Kim Il-Sung, continuada por su hijo Kim Jong-Il y con su nieto Kim Jong-Un sentado actualmente en el trono.

Contra la idea de que se trata de un puesto de lo más descansado, se diría que los reyes han llegado a la conclusión de que la monarquía hay que trabajársela. Quizá les compense, visto el empeño que ponen.

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