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Ánxel Vence.

Crónicas galantes

Ánxel Vence

Los capitalistas no saben hacerlo

Puede que el socialismo científico –también llamado comunismo– no haya tenido particular éxito desde el punto de vista de la economía; pero a cambio favorece, y mucho, los goces del coito.

Eso sostiene, al menos, la antropóloga americana Kristen Ghodsee, que ha publicado un ensayo bajo el título: “¿Por qué las mujeres disfrutan más del sexo bajo el socialismo?”. Toda una afirmación entre interrogaciones.

¿Y por qué no? Famoso fue en su día el excelente desempeño de los regímenes del otro lado del telón de acero en materia de ballet, música sinfónica, ajedrez o deporte olímpico, entre otras disciplinas clásicamente aburridas.

Quizá para compensar, el comunismo destacaba también por sus efectos euforizantes sobre el sexo, por más que esta otra ventaja la haya descubierto algo tardíamente una profesora americana. Los rusos no habían caído aún en la cuenta.

Apoyada en varias encuestas, la etnógrafa Ghodsee afirma que las mujeres de la Alemania Oriental disfrutaban del doble de orgasmos que sus menos afortunadas colegas de la parte occidental. Habría que solicitar su opinión a Ángela Merkel, que vivió en las dos Alemanias y militó imparcialmente en las Juventudes del PC y en la conservadora CDU; aunque es probable que la ya excanciller no aceptase este tipo de preguntas íntimas. Y haría bien.

Las encuestas sobre el disfrute en la cama son un argumento más bien pobre, dadas las dificultades para comprobar in situ la veracidad de los éxtasis amatorios que los consultados –o consultadas, en este caso– confiesan al encuestador.

“Cuando los y las currantes llegan al lecho después de una jornada de explotación capitalista, ya no están para gaitas”

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Ya se sabe que en cuestión de dinero y de castidad solo hay que creer la mitad de la mitad de lo que nos dicen; e incluso menos si se trata de una encuesta. Baste recordar el viejo chiste del confesionario en el que un pecador se acusaba de haber yacido con diez o doce mujeres. “Aquí viene uno a confesarse y no a tirarse faroles”, le reprendió el cura, que se conoce era algo escéptico a fuerza de escuchar alardes.

No obstante, la autora del libro en promoción da por ciertos y científicamente incontestables los datos de los que se deduce que el socialismo gana por dos a uno en orgasmos al capitalismo. Cuando se aplica como es debido (y no como se ha aplicado, parece decir), el socialismo fomenta y mejora las relaciones sexuales.

Tampoco hay por qué quitarle razones a la antropóloga. Después de todo, la fornicación era casi lo único que se podía obtener sin hacer cola ante las tiendas en la antigua URSS y en los países de su alrededor. Si a eso se le añade que se trataba de un entretenimiento gratuito en lugares de tan escasa oferta de diversión como aquellos, parece lógico que los ciudadanos del comunismo desarrollasen un gusto y una técnica de gourmets en los deportes de cama.

Nada que ver, desde luego, con el triste desempeño de esa disciplina en las naciones de libre mercado, donde los extenuantes horarios de trabajo hacían –y hacen– imposible un adecuado rendimiento amatorio. Cuando los y las currantes llegan al lecho después de una jornada de explotación capitalista, ya no están para gaitas.

Será esa la razón por la que tantos españoles y otros capitalistas de la Tierra suelen peregrinar en famélica legión a algún que otro país del socialismo tropical. Se conoce que han leído el libro de Ghodsee y van en viaje de estudios.

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