Así que, ahora que el señor alcalde de Vigo ha recuperado pulso reivindicativo incluso frente al Gobierno central, quizá sea posible que buena parte de las/os gallegas/os, y no solo de la conurbación olívica, obtengan mejores condiciones a la hora de, por ejemplo, sus comunicaciones ferroviarias. Y también los del norte de Portugal, puesto que la variante de Cerdedo que reclama don Abel a Adif, les sería seguramente más útil que la línea por Lisboa para atender sus intereses en el norte peninsular hacia Europa. Que muy probablemente no son pocos.

Puede ser cierto que esa variante es cara, como dice Adif, tanto por dificultades técnicas, que afectarán al coste total, como por la opinable rentabilidad que para RENFE dice tener el proyecto. Pero hay un dato curioso que ya no se maneja: el tópico de que “para ganar diez minutos” no hace falta gastar tanto. La propia Administración ferroviaria calcula que a los pasajeros de Vigo, Pontevedra –y a los de Oporto, peor– el trazado actual les supone más de una hora de duración el trayecto con respecto a otros puntos de Galicia. Y eso, ahora, resulta significativo.

En todo caso, la cuestión ha de analizarse desde una perspectiva más amplia, estratégica. De alguna manera sería válido, para justificar el gasto, aquel antiguo refrán que advierte de que “sólo los necios confunden el valor con el precio”. Y, al menos para media Galicia, la variante significa ampliar su capacidad de acceso al resto del viejo mundo y de recepción también a quienes vayan al nuevo a través de sus puertos. Lo mismo que los lusitanos del norte, como se ha citado. Aparte de que la red ferroviaria a crear servirá también para otros usos.

Lleva, pues, razón –al menos desde la opinión personal de quien escribe– el señor alcalde de Vigo don Abel Caballero cuando afirma que nunca renunciará a reclamar lo que reclama. Y no ya por los motivos que adujo en el primer momento, cuando hace muchos años se desechó la línea AVE Madrid/Galicia como una “L” por Ourense y Vigo hacia A Coruña y Ferrol, más lógica que la que ahora, tras casi veinte años, aún está sin rematar. Y la tiene –también– cuando alza la voz para que no se olvide; solo necesita don Abel cambiar el tono, ampliar el foco y así reforzar apoyos.

Sin la menor pretensión –porque sería absurda– de exigir a un Gobierno que dedique fondos que no tiene a infraestructuras que en apariencia pueden esperar –que es el fondo motivador de Adif en su informe– procede reflexionar acerca de que la variante no es un capricho, ni responde a esa idiotez de los “localismos”. Si los Fondos Europeos para la Next Generation tienen sentido es precisamente para dotar a la UE de la mejor red de comunicaciones terrestres que sea concebible. Y para ello –como hizo en su momento Japón– hay que poner sobre la mesa apuestas audaces que no han de ser valoradas en función del coste, sino de las expectativas. Y esas apuestas son propias de los políticos importantes que hacen grandes sus gobiernos. Conste.