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Luis Carlos de la Peña

Suelo pélvico

Siguiendo el consejo de Ánxel Vence en “Vacunarse para beber”, uno de sus últimos y siempre agudos artículos, hago acopio de anticuerpos y tras dos años de distanciamiento me echo a la carretera para reencontrarme con los amigos. De Monforte a Santiago y de Vigo a Baiona, peregrino por las chimeneas de Galicia –aquellas de Castroviejo y Cunqueiro– para abrazar y charlar con quienes vamos compartiendo la vida. Escucho consternado la amplitud de los actualizados historiales médicos: son insondables las simas en el descenso a los infiernos de la salud –de la mala salud– y sus remedios, todo lo que hoy se hace alrededor de la próstata, los ejercicios reparadores del suelo pélvico o la ingeniería vivificante de unos stents arteriales. Tras este angustioso derrotero por los males propios y ajenos, la atención no tarda en envilecerse con las astracanadas que uno creía eran espuma sucia de tertulianos excesivos y sobreexcitados. Oigo que la policía queda desprotegida, inerme, con la reforma de la “ley mordaza” y que los votantes de Bildu, al apoyar los presupuestos del Estado, se han hecho con las riendas del gobierno de España. La serpiente busca sitio para poner el huevo y solo necesita un poco más de inflación, subidas de precios y redes sociales.

"Alguien pensó, quizá con buena intención, que las primarias serían los stents del renovado fluir democrático en los partidos"

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Un peldaño arriba o abajo de lo anterior, pero alimentando el supuesto general pandemonio de la política del país, mis amigos no comprenden el empecinamiento de Gonzalo Caballero en mantener su numantinismo ante Valentín Formoso, ganador en buena lid de las primarias a la secretaría general del PSdeG. Caballero prefiere la honra a los barcos –gesto ampuloso e inútil, tan español– y con ello acelera la diáspora de los suyos y la propia (¿buscada?) inmolación. Los problemas, me señalan, anidan también en el PP de Galicia. Y es que no aciertan a calibrar el alcance presente y futuro que tendrá para ellos su prolongado desistimiento del ámbito municipal. El pulso entre Fernández Tapias y Guerra, por la presidencia local del partido en Vigo, utiliza prácticas de la vieja política que hoy espantan a la ciudadanía.

Alguien pensó, quizá con buena intención, que las primarias serían los stents del renovado fluir democrático en los partidos. Hoy sabemos que son solo sangrías extenuantes, fábrica de egolatrías incontrolables y escamoteo de los auténticos procesos deliberativos: la distensión del suelo pélvico. Una angustia.

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