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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

La revancha

Es posible que, desde la teoría, una parte de los argumentos que esgrime el señor Caballero –don Gonzalo– para reclamar la integración en la cúpula directiva del PSdeG –posterior al inmediato congreso– de una representación de quienes le respaldaron para seguir en la secretaría general, sean lógicos. Un cuarenta por ciento de votos a su favor habría de ser suficiente para garantizarlo, siempre y cuando esa fuese la costumbre en la democracia interna de su partido y la de los demás. Todos ellos, por cierto, con fuertes superávit de control por el que manda.

Ocurre que más allá de las palabras están los hechos, y estos demuestran que casi nadie en las organizaciones políticas tiene en cuenta otra cosa que la aritmética, de modo que quienes ganan, manejan el juego y los que pierden, miran. No es el Vae victis de los clásicos, pero se le parece bastante y, de algún modo, también lo que, bajo el epígrafe de “disciplina”, ha permitido el peso que tienen ahora los aparatos que articulan el sistema democrático. El hecho de que quien ha ostentado el mando en el PSdeG en esta última etapa tampoco demostrase la generosidad que ahora reclama, y sus intervenciones públicas, a las que por supuesto tiene derecho, no ayudan a modificar en serio las cosas.

Desde una opinión personal, la reacción de don Gonzalo a los resultados recientes han sonado más a la búsqueda de revancha que a auténtico deseo de democratizar el esqueleto del socialismo gallego. Y, desde luego, ha contribuido poco o nada a restañar las heridas su aparente intención de encastillarse en el Grupo Parlamentario, que supone leal a su persona porque fue él quien designó la composición de las listas. Pero por ese camino podría llegarse al disparate de que el Partido Socialista de Galicia tuviese una dirección respaldada por el congreso correspondiente y un conjunto de diputados y su portavoz formasen parte de la oposición interna. De ahí a la fractura –y al ridículo– hay un paso.

(Y no caben excusas: a pesar de que en Galicia ya se hayan visto disparates parecidos, no deja de ser un esperpento. Que además podría significar no la extinción, pero sí una muy larga travesía del socialismo galaico en el desierto más árido de los últimos tiempos. Y como eso resultaría, también, malo para este antiguo Reino, alguien debería dar su brazo a torcer cuanto antes: tal como están las cosas, la iniciativa ha de ser de los perdedores y la generosidad con que se pueda definir el cumplimiento del espíritu democrático, dispensada por los ganadores).

Sea como fuere, algo parece estar más que claro: hartos muchos de sus dirigentes de victorias parciales, aprovechadas mediante coaliciones, en concellos y diputaciones, el llamado “poder local” ha decidido entrar en niveles más altos. Y eso es lo que significa la victoria de don Valentín y su condición de favorito en un congreso que otros quieren quizá usar como revancha: que se propone una socialdemocracia más gallega, pegada al terreno y, sobre todo, orientada a lo que la mayoría desea: gestión clara y programas concretos para servir a la gente del común. Que eso se parezca poco a la práctica del Gobierno central puede ser solo una apariencia pero, visto desde aquí, tampoco sería una mala cosa.

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