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tRIBUNA LIBRE

La violencia y el maltrato psicológico

A pesar de toda la difusión de estos últimos años, el acoso continúa, el maltrato psicológico está ahí y forma parte de las vidas de los acosadores, de las víctimas, y de sus familias y amigos. Aproximadamente ocurre en un 20% de la población, en todos los segmentos de edad y de estatus social. Las ansias del acosador de dominio y control y la envidia tan destructiva, se ceban en personas más sensibles y vulnerables. Víctimas a veces demasiado ingenuas, nobles, que tienen el fallo de permanecer ahí, recibiendo los golpes, incluso inteligentes, pero con baja autoestima y confianza en su “sí mismo”.

Mientras, el acosador va incrementando su fría violencia, con el objetivo, unas veces más consciente, y otras más inconsciente, de cargarse a la presa, consiguiendo desestabilizar tanto psicológicamente a esa presa, y hasta el punto de que se quite la vida, del medio, suicidándose.

Increíble pero cierto. Es una guerra silenciosa para la víctima, y mortal. Entre que el conflicto avanza y con frecuencia, no lo puede ver, ni creer, cuando se va dando cuenta, es demasiado tarde, las garras mortíferas van asfixiando a esa frágil víctima, desvitalizando como lo describe Marie-France Hirigoyen en su libro El acoso Moral, El maltrato psicológico en la vida cotidiana.

Las aspiraciones del maltratador, nada loables, van en la dirección de la violencia psicológica, con el objetivo de que pierda el trabajo, para hundirlo en la miseria, aislar de los seres queridos y amigos, luchar para que enferme, destruir su imagen pública y sobre todo sentirse con el poder de manejar a esa persona como si fuera una marioneta. Increíble pero cierto. Cuanto más fuerte y contundente es su daño, más se engrandece, ciego de ambición aniquiladora. Su daño es su fortaleza, su sadismo se convierte en su droga, crece su adicción al mal. Ocurre todos los días, y a todos los niveles.

Familia, amigos, parejas, en el contexto educativo, trabajo, política, en todos los contextos donde hay gente. Y aplicando las estrategias de la perversión, se comportan como auténticas fieras. En función de cada contexto donde se produce, el maltratador utilizará unos mecanismos apropiados para el despistaje. Mentiras, promesas, ataques verbales, trampas, infinitas faltas de respeto, el perfil psicopático, narciso, sociópata, es así. Todos los ingredientes de las maldades, que camelan y manejan a la gente del grupo del que se trate, y en todas las direcciones que sea preciso, para obtener los objetivos. Si es preciso maneja incluso a los estamentos legales, sometiéndoles con trampas y triquiñuelas para poner la ley a su servicio. El rol de víctima se les da muy bien para generar la compasión de los implicados en el proceso más oficialista, y el problema para la auténtica víctima, la de verdad, es que al narciso perverso lo creen, y mientras se descubra todo el maquiavelismo, el maltratado, sufriendo, agotado de todo el proceso, acaba psicológicamente muerto.

Estaría muy bien, como una signatura más, que a las personas desde temprana edad, se les informara de estas guerras psicológicas. Preparar para esta guerra, ya es un modo de evitarla, y en su caso, ganarla. Llegar a darse cuenta con el daño ya hecho, es demasiado tarde.

(*) Psicóloga

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