Esta semana intervine en el XXXI Congreso de la Asociación de Inspectores de Hacienda del Estado celebrado en Vigo. Me tocó hablar sobre impuestos medioambientales, un ámbito que está llamado a ganar protagonismo en los próximos meses y años. Por varios motivos.
Primero, porque existe un consenso creciente sobre la necesidad de transitar de forma rápida desde el modelo de economía lineal que caracterizó el Siglo XX al de economía circular del XXI. La sostenibilidad de nuestra forma de producir y consumir no es ya una opción. Es un objetivo obligado al que los impuestos medioambientales pueden contribuir, encareciendo las opciones que debemos abandonar colectivamente.
Segundo, porque estamos en un momento de reforma del sistema tributario y de la financiación autonómica, que supone una ventana de oportunidad para introducir los cambios pertinentes en el ámbito de la tributación sobre la energía, el transporte, la contaminación de todo tipo y el uso de recursos naturales.
Tercero, poque tenemos un amplio agujero fiscal en las cuentas públicas españolas. Nuestro déficit público estructural en 2022 superará ampliamente los 50.000 millones de euros. Reducirlo pasa por ajustar el gasto, aumentar los ingresos públicos o una combinación de ambas soluciones. Una decisión política y ciudadana mayor que debemos adoptar desde la coherencia y en la que los tributos medioambientales pueden tener un protagonismo no menor.
Y cuarto, porque la recaudación por estos impuestos en España está claramente por debajo de la media de la mayoría de los países europeos. El gráfico adjunto muestra la posición de España en el concierto de los países desarrollados, en los que se ve con claridad que Europa supera ampliamente a América en conciencia medioambiental.
Es el momento de la tributación medioambiental.
*Director de GEN (UVigo)
