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Javier Sánchez de Dios.

Crónica Política

Javier Sánchez de Dios

La desidia

Ahora mismo, tras la nueva alarma que llega desde Sudáfrica a causa de una nueva mutación del coronavirus, parece que más grave que las anteriores y a la que no hace efecto la vacuna, resultan evidentes al menos tres cuestiones. La primera y que ya no admite aplazamiento, es la elaboración y aprobación de una nueva Ley de Salud que sustituya a la decrépita de 1985. La segunda, que su texto ha de dejar clara la cuestión de la vacunación como derecho pero también deber. Y la tercera, en fin, que si esa compatibilidad, con prioridad hacia el colectivo, no es constitucional, habría que reformar la Constitución.

Un matiz: no a través del proceso para redactar un nuevo texto, sino mediante el método seguido para introducir una letra –la “y”– que permitiera votar en elecciones europeas a los que, de esa condición, residían en España; o lo que se hizo para eliminar los restos de la ley sálica –que prohibía reinar aquí a las mujeres– mediante el cambio de la prioridad a los varones. La urgencia vendrá también a sosegar los espíritus de los jueces que, atribulados, se pregunten acerca del motivo del espectáculo que se le está dando al país, con tribunales diferentes juzgando la misma cosa y pronunciando fallos distintos.

Conste, en este punto, que si no existe un remedio ahora mismo es preciso insistir en que se debe a la desidia de un Gobierno que, aparte de los decretos leyes para su convalidación parlamentaria, ha enviado a la Cámara unos cuantos proyectos de Ley que, comparados con el de la Salud –y la circunstancia–, rayan lo esperpéntico, y no por el fondo, sino por la inoportunidad. No resultaría difícil citar media docena, pero no es momento ni lugar: baste con que se recuerden varios muy recientes, un par en plena pandemia, que abochornarían al “progre” más avanzado suponiendo que conservase la vergüenza, propia y ajena.

Mientras, vacunas aparte, se van poniendo parches que no resuelven las incógnitas de cómo saldrá definitivamente del aprieto sanitario y judicial, y a la vez preparar soluciones al panorama que se producirá cuando la variante sudafricana, que ya se detectó en Bélgica, llegue aquí, que llegará; son también los efectos de la globalización. Lo que no es concebible es que don Pedro Sánchez siga como hasta ahora, ignorando cuando no le conviene y dejando a la “co/gobernanza” –y sobre todo a la ciudadanía– la responsabilidad final de lo que pueda suceder.

La perspectiva adquiere especial gravedad cuando comprenda que este virus no es como algunos grupos políticos a los que “compensó”, en metálico y en especie, para lograr sus fines, por ejemplo aprobar unos Presupuestos que por increíble que resulte son defendidos nada menos que por la musa de la moderación, doña Nadia Calviño. Ahora se trata de exigir que el señor Sánchez gobierne comm’il fait, lo que requieren el momento y su gravedad, y no con los cambalaches que suele emplear para salirse con la suya: ha llegado la hora de la seriedad, una virtud que no se alcanza con desidias ni compraventas.

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