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Javier Junceda

Irracionales

La crítica de Pinker a la sustitución de la razón y la reflexión por los sentimientos y la intuición

“The New Yorker” publicó una sugerente viñeta en la que una maestra reprendía a su alumno por equivocarse garrafalmente en una cuenta en la pizarra. “Puede que esté mal, profesora, pero es lo que yo siento”, le espetó el chaval ante la mirada atónita del resto de la clase. Situaciones así son cada día más habituales en nuestra sociedad, como apunta en su último libro el pensador canadiense Steven Pinker. Él las llama falacias afectivas, a través de las cuales algo razonable se torna de repente en objeto de rechazo solo por resultar hiriente o provocar malestar.

Pinker subraya otros muchos rasgos contemporáneos de esa irreflexión que se extiende como la espuma. Hasta tres cuartas partes de los norteamericanos confían hoy al menos en un fenómeno paranormal. En la sanación psíquica lo hace un escalofriante 55%; en las casas encantadas, un 37%; en los fantasmas, el 32%, y por ahí seguido. Algunos de esos millones de personas, sostiene con sorna el profesor de Harvard, creen en las casas encantadas por los fantasmas… pero no en los propios fantasmas.

¿Cómo es posible que fenómenos así convivan con adelantos tan extraordinarios en infinidad de terrenos, o en países con elevadísimos niveles de formación académica desconocidos hasta ahora en la historia? El eminente psicólogo no se atreve a descifrar ese gran interrogante, si bien pone en el punto de mira a las universidades y a determinados medios de comunicación como posibles coadyuvantes, al potenciar aspectos superficiales de la realidad huyendo de respuestas sensatas clásicas, lo que contribuye según su parecer a que gentes con capacidades normales desvíen su atención de lo fundamental, generando errores de bulto en su apreciación de las cosas.

La actualidad, desde luego, está presidida por infinidad de cebos o cantos de sirena que nos apartan de las buenas decisiones. Como sostiene Pinker, buscamos a todas horas pruebas que ratifiquen creencias infundadas, mostrando completa indiferencia hacia aquellas evidencias que pueden refutarlas. Y sustituimos con frecuencia a la lógica, la probabilidad o el pensamiento crítico por la intuición o el relativismo, a pesar de que quienes así se manejan sigan llevando a sus hijos a un médico especialista en lugar del curandero del que dicen fiarse.

"La razón está siendo arrinconada por instituciones educativas que insisten en sesgos ideológicos de determinado color por encima de la neutra objetividad científica"

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De este hondo déficit racional no se libra tampoco la política. Las democracias que cuentan al frente con personalidades con aptitudes técnicas o científicas acentuadas han superado en grados de bienestar a lo largo de los siglos a las dominadas por los que desdeñan esos saberes. Y no digamos en el caso de las autocracias, gobernadas por criterios disparatados vinculados a la arbitrariedad de la casta dirigente de turno. Cuando están al mando líderes reflexivos todo suele marchar bien, porque el retroceso es aliado tradicional de la irreflexión.

La racionalidad, que para el intelectual americano es la mejor manera de decidir lo que verdaderamente importa, está en estos momentos seriamente amenazada por el aceleramiento extraordinario que ha experimentado la vida cotidiana. La razón, la apertura mental, la lógica o la probabilidad, que son genuinas garantías del progreso, están siendo además arrinconadas por instituciones educativas que insisten en sesgos ideológicos de determinado color por encima de la neutra objetividad científica, como sucede en Estados Unidos y se ha generalizado ya por medio mundo. Y también ciertos medios han dejado de ser crisoles de conocimientos para convertirse en cloacas de bobadas, como acertadamente denuncia Steven Pinker.

Corregir esta preocupante deriva universitaria y mediática no es tarea nada sencilla. Ni se solventará de hoy para mañana. Pero no es mal comienzo ser consciente de ella, para luego ir pensando en cómo revertirla y orientarla al servicio de esa inteligencia que siempre ha traído avances a las naciones.

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