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Luis Carlos de la Peña

BNG pragmático

La identidad, convertida en argumento político, no mueve pasiones en Galicia. Nos reconocemos en un carácter colectivo particular, un acervo singular, una lengua propia sentida como patrimonio por la mayoría e, incluso, la necesidad de plantar cara en Madrid y Bruselas con las cosas de comer. Pero todo ello y más, no ha bastado hasta ahora para armar un gran partido nacionalista. Se llega a un punto en que la reivindicación de país, política, choca con un techo de cristal demasiado bajo. La frustración consiguiente hace parecer al nacionalismo político como un lujo de ricos, de vascos y catalanes ahítos de pujanza económica, autoestima y tradición reivindicativa.

El Bloque Nacionalista Galego (BNG) al menos desde 1982, año de su fundación, viene tratando de adaptar el voluntarismo de sus esforzados militantes a la escéptica perspectiva instalada en el país. Decía el filósofo francés Guy Debord que “los hombres se parecen más a su tiempo que a su padre” y conscientes de ello, en el BNG vienen de celebrar su 17ª Asamblea Nacional con una nueva vuelta de tuerca a sus aspiraciones máximas, en el bien entendido objetivo de anclarse a las pulsiones mayoritarias de la sociedad.

"El Bloque sigue necesitando un ideario propio que se empeñan en buscar fuera, entre Bildu o el PNV, entre la antigua CiU o ERC"

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En sus mejores momentos, autonómicas de 2020, el BNG ronda los trescientos mil votantes, el 23 % de los votos emitidos, muy lejos del 47 % del PP. Si nos remontamos a las generales de 2019, unos meses antes, el nacionalismo obtuvo tan solo el 8 %. Demasiados sobresaltos como para trazar una tendencia, un suelo firme donde asentar expectativas. El Bloque, aparte de cumplir con la sospechosa hiperpersonalización de la representación en Pontón, sigue necesitado de elaboración doctrinal, de un ideario propio que se empeñan en buscar fuera, entre Bildu o el PNV, entre la antigua CiU o ERC, pero siempre en Euskadi y Cataluña. En esta teima, el nacionalismo gallego ha perdido un siglo.

Xosé Manuel Beiras dirá (Grial, 1968) del Risco político, que siempre le sorprendió “la rotundidad de sus juicios y de sus tomas de posición”; algo que en nuestros nacionalistas ha sido una constante. El “soberanismo pragmático” que ahora se anuncia, quiere “ensanchar la base social”. El camino ambientalista y feminista adoptado, sincroniza al BNG con este tiempo, aunque quizá deje atrás al padre. Galicia necesita afirmar su personalidad política, pero siempre fue remisa a las opiniones rotundas. Incluso a esta que acabo de arriesgar.

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