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Xoel Ben Ramos

‘Prestige’ mundial

Acostumbrados a ponerle un santo laico a cada fecha, ayer se me pasó por alto el “Día del Prestige”, no del prestigio, ojo. Se me ocurre que se podría designar como una jornada para recordar las catástrofes con hidrocarburos en el mar o –de un modo más genérico– la contaminación de los océanos, si es que todavía quedan lugares en el almanaque. Fue un 13 de noviembre de hace 19 años que se comenzó a hundir aquel petrolero abanderado en Bahamas, con propietario liberiano y naviera griega. Una nave fruto de la mundialización, sin duda. Como también global acabó siendo el problema. Las costas gallegas, lusas, francesas y meses después las británicas o alemanas acabarían pringadas por la mano negra del chapapote.

De esos días guardo un especial cariño hacía las miles de personas que de la noche a la mañana se plantaron en los arenales, vistieron mono blanco, guantes, mascarilla y… ¡a limpiar! Todo aquel esfuerzo hizo posible lo imposible y esa marea colectiva que nunca se desanimó –y motivos no le faltaban– me recuerda las palabras del naturalista británico David Attenborough que abrió hace dos semanas la COP26 apelando a arrimar el hombro para evitar otro Prestige mundial. Dijo Sir Attenborough: “Trabajando juntos somos capaces de salvarlo [el planeta]”. Y tengamos presente que este pecio climático es de unas dimensiones inabarcables.

"Vistos los derroteros y la deriva de ciertos saudíes temo que el ansiado acuerdo final nos deje la pelota en nuestro tejado"

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El viernes no hubo comunicado oficial, por mucho que se esforzaba el presidente Sharma. Que si vamos a dejar de lado el carbón. Que si mejor el petróleo no lo subvencionamos pero tampoco le vamos a poner una fecha porque eso sería mucha presión. Que si el dinero. Que si el CO2 y la temperatura. Es como si los diez días anteriores desaparecieran, al mejor estilo de Men in Black, porque llegaran los agentes J y K con su lamparita azul y borrasen la memoria de los delegados. El viernes fue como empezar la cumbre otra vez. En fin, que quizás a última hora de ayer sí se haya conseguido lo imposible. Tener un consenso de los 200 estados partícipes en una declaración histórica que ponga fin a los combustibles fósiles, comprometa a las naciones en sus objetivos de reducción de gases de efecto invernadero y se consiga un fondo millonario para ayudar a los países menos desarrollados. Aunque vistos los derroteros y la deriva de ciertos saudíes temo que el ansiado acuerdo final nos deje la pelota en nuestro tejado. O lo que es lo mismo, que nos pongamos mono blanco, guantes, mascarilla.

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