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Xoel Ben Ramos

Aquellos decisivos años veinte

Quizás a finales de este siglo, allá por el 2092 los libros de texto se refieran a estos años como “los acertados años veinte” por las atinadas medidas que tomamos para proteger el medioambiente y paliar el cambio climático. En caso contrario y en un planeta bastante más inhóspito que el actual los manuales de historia futuros lamentarán que en estos “decisivos años” la falta de consenso internacional, sumado a los particularismos de ciertos países y a poderosos intereses privados dieran al traste con los remedios para frenar la crisis medioambiental. Bien sea lo uno o lo otro, porque la urgencia apremia y ya no caben medias tintas, ahora empezamos a escribir los libros del 2092.

En Glasgow, donde parece que el acuerdo final de la COP26 se atasca, una reflexión del Sur Global me hace pensar en que cuando le ponemos ganas no hay meta imposible. A tenor de esto, critican los líderes de los países menos desarrollados el doble rasero occidental con el clima. Por un lado les piden descarbonizarse, por el otro se olvidan de los medios para llevarlo a cabo. E insisten en que las naciones más poderosas ponen excusas de mal pagador para no comprometerse con la financiación climática o para cumplir con sus propios retos (véase la reducción de GEI, fin de los combustibles fósiles, reforestación, energías renovables,…), porque cuando hay voluntad para resolver problemas las grandes potencias sí ponen los recursos y el capital necesario para lograrlo. Al menos eso se ha visto durante la pandemia que ha conseguido movilizar miles de millones para resolver la crisis sanitaria global. Sí ahí pudieron, ¿qué ocurre entonces con el calentamiento global?, se preguntan, y razón no les falta.

"La urgencia apremia y ya no caben medias tintas, ahora empezamos a escribir los libros del 2092"

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Acabo de escribir estas líneas sorprendido por las declaraciones de John Kerry (el enviado americano a la COP26 y todo un peso pesado de la política estadounidense) quien se muestra de acuerdo con esa “mayor responsabilidad” de los países occidentales para mitigar las consecuencias del cambio climático e incluso concuerda plenamente con aquellos que piden la “eliminación” de los subsidios a los hidrocarburos. La verdad, lo leo y no me lo creo. Acabo, digo, y todavía nada se vislumbra como definitivo en la cumbre del clima. Es cierto que sus señorías son de aguantar sesiones maratonianas y quién sabe si a última hora nos sorprenderán con un compromiso digno. Puede ser, sino habrá que esperar otra jornada más. Y aunque “mañana será otro día” –dice el refrán– ya será un día menos.

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