J. D. Vance es el autor de Hillbily Elegy, unas memorias que relatan la vida de un chico que creció en Middletown, Ohio, padeciendo las consecuencias de la pobreza y la exclusión social. Como su madre no estaba disponible ni capacitada para realizar esa labor (era drogadicta), Vance fue criado por su abuela, la única referencia de estabilidad en la familia, a quien, según el autor, le debe gran parte de sus éxitos posteriores. El libro se convirtió hace unos años en un fenómeno editorial, pues se presentaba como el gran testimonio de los estadounidenses blancos con bajos recursos económicos (the common man) que votaron por Donald Trump en las elecciones de 2016, y acabaría resultando en una película dirigida por Ron Howard y producida por Netflix.

J.D. Vance pasó de ser muy crítico con Trump a presentarse a las primarias por el Partido Republicano para el Senado y borrar todos sus tuits críticos

La interpretación que hace Vance de su complicada experiencia parece ajustase a esa peculiar versión del conservadurismo que con tanto éxito se ha promovido a este lado del Atlántico. Los protagonistas de este drama son los únicos responsables de sus miserias. Los subsidios estimulan la pereza y el parasitismo. La desigualdad económica no se debe a la desregulación salvaje del mercado, de la cual solo se benefician unos pocos, sino al ineficaz intervencionismo del Gobierno. La falta de acceso a la asistencia sanitaria, con la que tiene que lidiar su madre, no se soluciona con un sistema público; el problema es, de nuevo, el mal uso que algunos hacen de ella. El origen de todo estos males se halla en la decadencia moral que está sufriendo una sociedad que ha olvidado sus tradiciones. Pero el resentimiento social, claro, no apunta hacia las grandes corporaciones, sino a la clase intelectual y a las élites universitarias (en la película de Ron Howard se muestra una escena, plagada de clichés, en la que un grupo de profesores de la Universidad de Yale, en la cual se graduó el autor, se mofan de la ignorancia de su familia).

J. D. Vance, sin embargo, solía ser muy crítico con Donald Trump, pero sufrió un extraño proceso de transformación desde que se hizo famoso contando la historia de su comunidad. Hace unos años consideraba que Trump era “opio para las masas” y un populista peligroso que conduciría a la clase trabajadora blanca a “un lugar muy oscuro” (le dedicó al asunto un artículo en la revista The Atlantic, o sea que no se trataba de una improvisación típica de las redes sociales). Ahora se presenta a las primarias del Partido Republicano para el Senado y dice ser un admirador de aquel demagogo que iba a sumergir a sus compatriotas en la oscuridad. Ha borrado todos los tuits críticos con el expresidente, niega que el asalto al Capitolio fuera una insurrección y se dedica a difundir soflamas xenófobas en el programa de Tucker Carlson. ¿Qué le ha pasado a J. D. Vance? Que el autor de la obra que pretendía mostrar los sufrimientos de los “olvidados” haya resultado un fraude no es una buena noticia. La verdadera tragedia es que, pese a todo, puede ganar.