En el final de La mosca, de David Cronenberg, nos encontramos con una escena extrañamente conmovedora. Es el momento en que se completa la metamorfosis del protagonista y este se convierte en insecto. Se trata de una imagen gore, desagradable, incluso nauseabunda. De la humanidad del hombre ya no queda rastro alguno y solo vemos al díptero con sus piezas bucales, amenazante y repulsivo. Sin embargo, al haber sido testigos a lo largo de la película del tortuoso proceso de transformación, todavía sentimos empatía por la persona que había sido antes de pertenecer a la nueva especie. Cuando la mosca, con su aspecto monstruoso, le pide a la mujer que ama que termine con todo aquello, sabemos que su antigua identidad no se ha perdido del todo. Bajo el exhibicionismo de los efectos especiales, tan inteligentemente utilizados por Cronenberg en muchas de sus películas, subyace, por tanto, una idea, una preocupación, un planteamiento intelectual.

A primera vista La mosca es la historia de un tipo que, por error, acaba transformándose en un insecto. Pero su lectura metafórica sugiere algo más profundo. Muchos la interpretaron como un relato sobre el sida y los estigmas que tenían que soportar los enfermos durante la epidemia de los años ochenta; otros la entendieron como una representación del envejecimiento y el deterioro físico. En esa secuencia final, en la que uno siente rechazo y compasión, miedo y repugnancia, hallamos las múltiples posibilidades que ofrece el terror para abordar asuntos muy serios con una honestidad difícil de encontrar en otros géneros.

"El terror ofrece múltiples posibilidades para abordar asuntos muy serios con una honestidad difícil de encontrar en otros géneros"

Pensaba en esa escena viendo en Netflix Midnight Mass, la nueva serie de Mike Flanagan. El terror de Flanagan es más existencialista que el de Cronenberg. Lo sobrenatural tiende a aparecer como un complemento de lo terrenal. Pero el director pone más énfasis en lo segundo. Los personajes de esta serie lidian con otros monstruos, como la culpa, el odio o la adicción. El pasado persigue a cada uno de ellos y los inmoviliza, privándoles de desarrollar una nueva identidad y condenándolos a un infierno permanente. La religión (en este caso la católica) se presenta como un posible remedio. Pero el fundamentalismo acaba generando un paisaje oscuro. Es una serie con muchos diálogos y muchos monólogos. Se habla de filosofía y de teología. De la posibilidad de perdonarnos a nosotros mismos por los errores cometidos. De ser capaces de seguir adelante a pesar de haberlo perdido casi todo. De la crueldad del tiempo y las miserias del azar. Con las series de Flanagan uno casi siempre acaba llorando. Algunos, por todo lo mencionado anteriormente, dicen que Midnight Mass no pertenece al género de terror. No es cierto. Al contrario. Es terror, el mejor terror, como La mosca, precisamente por eso.