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Luis M. Alonso.

Sol y sombra

Luis M. Alonso

Desprestigio

El caos se nota más cuando nos empeñamos en buscar el orden. En cualquier caso siempre lo derrota porque está mejor organizado, decía no sé quién. El caos que impera en el Gobierno de este país y la disputa interna por la reforma laboral han hecho crecer la desconfianza en los socios de la UE, acostumbrados a tratar con familias menos desunidas que la de la Moncloa. El problema de todo esto que la cuerda tensa hasta la desavenencia más evidente viene de creer que la legislatura en una democracia liberal es sostenible pactando con los antisistema. Sánchez confía en sus fuerzas, la famosa resiliencia, y en la capacidad que tiene para disfrazar la realidad sacando conejos de la chistera en el último momento, pero las refriegas llegarán a ser insoportables y a indignar al electorado hasta el punto de que, cuando los dos socios de la izquierda quieran distanciarse para llegar a las urnas como si jamás se hubieran conocido, este solo querrá librarse de unos y de otros. Me refiero a los electores menos sectarios, el resto seguirá apoyando cualquier cosa con la fe intacta del carbonero.

El Gobierno Frankenstein, que con tanto acierto acuñó Rubalcaba, ha tomado un camino mucho más accidentado de lo que cualquiera podría imaginarse. Y aún no lo hemos visto todo. Las acusaciones de “prevaricación” hacia el Tribunal Supremo desde uno de los socios del Ejecutivo no son nada fáciles de presumir en una democracia. Tampoco es lo que se dice normal que a esos mismos socios no les cueste poner habitualmente palos en las ruedas del funcionamiento democrático ordinario o unirse en las movilizaciones a los separatistas, que acusan a España de ser un país represor. Pero ya digo, este es un error de cálculo en el que los socialistas no deberían haber caído ni permitido, una vez alcanzada la coyunda, que la pugna interna llegase a afectar de esta manera a las instituciones y al prestigio del país. Jugándonos, además, los fondos europeos.

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