A partir del hecho de que el mayor astillero privado de España, “Hijos de J. Barreras”, ubicado en Vigo, ha terminado en una subasta por lo que muchos dirán negligencia de sus gestores y otros inexplicable pasividad del Gobierno central y la Xunta de Galicia –por ese orden–, caben algunas observaciones. Sobre todo dedicadas a aquellos que pudieron hacer algo para evitarlo y no quisieron y desde luego para quienes lo intentaron y no lo consiguieron. Y por supuesto con el compromiso de que algo así, perjudicial para el sector naval de Galicia, no vuelva a repetirse.

Para ello, para no incurrir en los errores anteriores, sería conveniente, por no decir necesario, que cuando llegue el momento de la adjudicación, quienes hayan de decidirla tengan en cuenta, además el dinero ofrecido, la gestión futura del astillero y con el objetivo de que el vencedor sea una empresa que construya barcos. Y no que especule con la superficie marítima o terrestre, y menos aún con las posibilidades diferentes posteriores, como en otras ocasiones ha ocurrido tras solicitar –y obtener– ayudas oficiales con distintos pretextos y sin cumplir condiciones.

Desde una opinión personal, hay que citar como no deseable la aparición, abierta o camuflada, de los llamados “fondos buitre” que, con diversas banderas y matrículas, acuden a las que creen oportunidades para hacer realidad aquello de “toma el dinero y corre”, a poder ser sin mirar atrás. Cierto que suena a tópico, pero Galicia ha vivido ya tantos casos de esos que pueden rebatir todos los argumentos que se manejen para hacer que alguien crea que es una exageración. Quizá haya algunas excepciones, pero son demasiado contadas y fácilmente identificables.

Siempre desde el punto de vista de la prudencia, y sin el menor ánimo de meterse en camisas de once varas –el asunto afecta a muchos gallegos y gallegas y por tanto a todos interesa– conviene señalar que la adjudicación que más conviene a este país sería la que gane otro astillero, preferiblemente gallego o cercano –ojalá que sean los casos de “Armón” o “Gondán”, ambas de capital asturiano, pero la primera con una importante instalación en Vigo– y cuya viabilidad esté garantizada por una agenda de trabajo y un prestigio profesional que nadie discuta.

Expuesto todo ello –que en modo alguno supone el añadido de condiciones a las de la subasta, sino reflexiones por lo que se cree mejor para este antiguo Reino y en concreto para Vigo– hay que reiterar del modo más contundente posible que el caso de Barreras y sus circunstancias no puede ni debe repetirse. Y que tome nota quien corresponda para impulsar a todos aquellos que se proclamen –o lo crean– un factor de influencia y peso para la ciudad y su entorno de forma que actúen en serio y a tiempo. Sobre todo cuando, como en el desdichado proceso que ha vivido el conjunto de la ciudad y las plantillas del astillero y auxiliares, se han repetido los avisos, desde FARO DE VIGO por ejemplo, para reaccionar ante lo que se veía venir.