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El meollo

La vuelta del botellódromo

Una secuela preocupante del confinamiento pro covid en el ámbito social de esta ciudad ha sido la ruptura del equilibro y la convivencia entre todas las partes, que tanto costó conseguir en el fenómeno del botellón, entendido como el gusto de los jóvenes -y no tan jóvenes- por beber en la calle, a la vera de los locales de hostelería y ocio en general de la zona vieja.

Esta costumbre urbana ha venido para quedarse, sí o sí; peor para quienes no la comprendan o traten de combatirla con medidas excesivamente drásticas. De modo que acertaron ayer y aciertan hoy quienes defienden soluciones o alternativas desde esa premisa básica del mal menor.

Los recientes altercados vividos en el casco antiguo pontevedrés han removido los peores recuerdos de tiempos pasados en la memoria colectiva vecinal, que parecían definitivamente enterrados. Ha sido como despertar la bicha, con la preocupación consiguiente por una deriva incontrolada.

La concejala de Seguridad y Protección Ciudadana, Eva Villaverde, ha tratado de templar gaitas al valorar tales sucesos como “desajustes de convivencia”, tras una reunión en el Concello con diversos representantes de los colectivos implicados. Naranjas de la China.

Mucho más que eso ha sido lo ocurrido, de hacer caso a quienes trabajan o viven allí y sufren las consecuencias. Casualmente, soy testigo directo de la indignación compartida la otra tarde por dos hosteleros, comentando los pormenores de los sucesos. Y ese mismo diagnóstico se desprende igualmente de las acciones propuestas por la propia Eva Villaverde: desde la reapertura del botellódromo, hasta una mayor presencia de la Policía Local en los lugares calientes; ésta sin duda la medida más reclamada por su clamorosa desatención para atajar esas noches locas.

El gobierno del BNG no tiene miedo a la voz de la calle; siente pánico. La última protesta de Monteporreiro resulta bastante ilustrativa. De ahí su preocupación para que el fenómeno del botellón no se le vaya de las manos.

El Meollo de la cuestión está en saber, más allá de una varita mágica, si volverán a funcionar las medidas anteriormente aplicadas, o si también hay alguna iniciativa viable y no ensayada hasta ahora, para reforzar el equilibrio necesario entre los derechos de unos y los gustos de otros, con la finalidad de reducir a su mínima expresión este incómodo problema social de nuevo cuño.

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