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Joaquín Rábago.

360 grados

Joaquín Rábago

El gendarme global, su cerco a china y la respuesta de Pekín

Llevaba el otro día un diario alemán una foto en la que se veía dos buques de guerra estadounidenses, uno de ellos con una frase bien visible en su costado: U.S. Coast Guard.

No estaban esas unidades de la guardia costera de EE UU en las costas de Florida, de Alaska o California, sino, como explicaba el pie de foto, en el Pacífico, cerca de Taiwán, la isla china que Pekín reclama como parte de su territorio nacional.

Estados Unidos puede pasearse efectivamente por donde le dé la gana porque para eso es Estados Unidos: por el momento todavía, única superpotencia y gendarme global.

¿Qué dirá Washington si en un futuro tal vez no demasiado lejano buques de guerra chinos patrullan aguas caribeñas en defensa de sus nuevos intereses económicos o comerciales en islas de esa región?

Como escribe Serge Halimi en la revista ‘Le Monde Diplomatique’, Estados Unidos no es capaz de mostrar humildad mucho tiempo, y así, tras el revés sufrido en Afganistán, ha querido dejarles claro a sus rivales estratégicos, Rusia y China, que “no reculará ante el próximo combate”.

“La guerra no ha terminado. Corremos más peligro que antes y hemos de invertir más para garantizar nuestra seguridad”, declaró a la cadena CNN el senador y exaspirante a las elecciones presidenciales de EE UU Mitt Romney.

El actual presidente, el demócrata Joe Biden, no ha tardado ni un mes desde la debacle afgana en montar una nueva alianza militar antichina junto a Australia y el Reino Unido y sin contar por supuesto con los europeos, como ya ocurrió con la salida de Estados Unidos de Afganistán.

No en vano esos tres países anglófonos constituyen el núcleo de la alianza conocida como “los cinco ojos”, de la que también forman parte Canadá y Nueva Zelanda y que se dedica al intercambio de información recogida por sus servicios de inteligencia lo mismo en países enemigos como en los supuestamente amigos.

Nada le costó a Biden desairar al presidente francés con la venta a Australia de varios submarinos de propulsión nuclear

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Nada le costó a Biden desairar al presidente francés Emmanuel Macron con la venta a Australia, en el marco de esa nueva alianza militar bautizada con las siglas de Aukus, de varios submarinos de propulsión nuclear, que sustituirán a los de tipo convencional que el gobierno de Canberra se había comprometido a construir junto a Francia.

Francia no solo perdió así un contrato muy lucrativo y prestigioso que tenía con Australia, sino que su diplomacia se vio humillada ante el mundo tanto por Washington como con Camberra, que ocultaron sus intenciones a París.

La respuesta china a esa nueva alianza militar fue fulminante: en un claro aviso a EE UU, cuando no provocación, Pekín envió varios aviones militares a la zona de defensa aérea de Taiwán.

Casi simultáneamente a la firma de ese pacto anglosajón, que contradice al menos el espíritu del tratado de no proliferación nuclear, parece cobrado vida al foro informal entre Estados Unidos, Japón, Australia e India conocido como “quad”.

Se trata de un foro estratégico iniciado en 2007 en paralelo con ejercicios militares conjuntos de una escala sin precedentes hasta aquel momento y que mantiene cumbres semirregulares, intercambios de información y maniobras militares entre sus miembros.

El pasado agosto, fuerzas navales de EE UU, Australia, Japón, Nueva Zelanda y esa vez también de Francia llevaron a cabo maniobras militares en aguas próximas al mar de China meridional que reivindica Pekín.

Se trata de una región estratégica clave no solo porque pasan por ella algunas de las rutas comerciales más importantes del mundo, y Washington dice querer garantizar allí la libertad de navegación, sino también por la sospecha de que los fondos marinos pueden contener importantes riquezas minerales.

A lo que habría que sumar un ambicioso acuerdo de libre comercio entre once países de ambas orillas del Pacífico, desde el Canadá o Perú hasta Vietnam o Singapur, y que tiene también en principio una clara orientación antichina.

Conocido pomposamente en inglés como “Comprehensive and Progressive Agreement for Transpacific Partnership” (CPTPP), se trata de un proyecto inicialmente norteamericano –concebido durante la presidencia de Barack Obama– en desafío al creciente poderío comercial chino.

El expresidente de Estados Unidos Donald Trump no quiso, sin embargo, saber nada de ese pacto, que, desde su abandono por Washington, se ha tornado sobre todo asiático aunque los británicos, que tienen también ambiciones asiáticas desde el ‘Brexit’, ha solicitado ser admitidos al mismo.

Lo más sorprendente es que también China ha expresado últimamente su interés en adherirse a ese pacto ideado en un principio para cercarla, lo que muchos consideran una astuta maniobra táctica para frustrar sus objetivos fundacionales.

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