¿Hacia qué apunta la arquitectura más querida? El premio Pritzker 2021 da una respuesta que ilusiona: el Estudio Lacaton + Vassal encarna eso, hace realidad lo más querido. El edificio indigno lo transforma en deseable, la vivienda sombría en luminosa; muestra el mejor lado del discurso medioambientalista, quizá una posible edad de oro. No obstante, sobre todo, es ético: desmonta el pretexto de que hace falta mucho dinero para mejorar la vivienda. Simplemente hay que dejar que sea posible.

Con simpatía por el estilo, en los últimos complejos residenciales de Foster + Partners la vegetación inunda los jardines del suelo y, sin más, trepa y se eleva rizando las fachadas de los edificios, el verde horizontal coloniza el descampado de la verticalidad. Acto seguido, el conjunto edificado irradia un velo verde de particular belleza. Acá y allá, una jardinería sin interrupción, un verde envolvente ¡Qué cosa tan razonable!

Entonces, ¿por qué no hacer lo propio aquí? De cuando en cuando, el destino llama a la puerta. ¿Cuándo? Algún día… y quizá ese día sea ahora: Vigo somete a Información Pública un nuevo Plan General que aspira a regir hasta 2050, Plan que convivió con el confinamiento, sufrió el impacto del coronavirus y sabe del temor social a otras vísperas pandémicas. El PXOM puede acudir a la cita: ¿vabilizar esa crujía verde en cada vivienda familiar del futuro, tanto para los que tienen más como para los que tienen menos?

¿Qué es una crujía verde? Es geometría y normativa higienista. Por decirlo lisa y llanamente: para un mismo volumen edificable, si un edificio, en altura, se estira ligeramente hacia arriba, de rebote, se encoge necesariamente de cintura. Ese cinturón de espacio así liberado se consagra a vegetación envolvente, crestas y tirabuzones verdes: la crujía verde. En ese acto e instante, la sociedad instituye en favor de los ciudadanos, sin gravamen alguno, un hueco al jardín en altura, en cada planta, de un extremo a otro: la crujía verde.

¿Qué es una crujía verde? Otro decir, más técnico: con metodología afín al Estudio de Detalle se adjudica a una franja de suelo construido exterior al edificio, de unos tres o cuatro metros de profundidad, la función de ajardinamiento vertical de las fachadas. Un jardín de uso exterior para cada vivienda; un desahogo físico y emocional; ahorro energético y protección solar pasiva; un catalizador de luz y acristalamiento; un imperativo ambiental y sicológico.

A nadie escapa que esto no es inocuo, que no es una cuestión baladí para un PXOM. No obstante, nada exige otra forma de pensar sino otra forma de ver. El pensar atañe a la raíz, el ver al matiz. Marc Chagall construyó mundos revulsivos con su juego de matices desprejuiciado. Como en todo arte, en el arte de la urbanística el matiz es quien marca la diferencia: su forma de matizar las restricciones, de estimular las invitaciones, de señalizar, de representar.

En consecuencia. El Plan es soberano para fijar alineaciones, por un lado, y alturas por el otro; es soberano para graduar. A partir de ahí la cuestión es sencilla: ¿queremos anteponer la reducción de altura a cualquier otro valor? La elección es libre. Tengo el convencimiento de que el fatum, el destino de un PXOM, no es combatir la altura (por sí misma, no deshonra), sino trabajar por la salud física y emocional de las personas, por la atracción medioambiental de los cascos urbanos…apostar por la lógica económica de la ciudad densa frente a la dispersa.

En un PXOM las Ordenanzas urbanísticas son el centro y la circunferencia; la causa y la forma que derrama; bien o mal, son el ama de llaves del Plan General; son quien con sus propias manos (los artículos) abre o cierra puertas. La clave para viabilizar la crujía verde radica aquí, está en sus manos. Las Normas Urbanísticas son una herramienta prodigiosa para mitigar el desamparo del proyectista, del gestor privado o del responsable público cuyo único enemigo jurado es el pesimismo.

En los últimos años, el ensanchamiento de las desigualdades económicas, la vertiginosa ansiedad proyectada sobre el día a día de las personas, junto a los trastornos emocionales en el ámbito doméstico y laboral, amenazan con socavar los equilibrios de la ciudad contemporánea. Arquitectos y urbanistas, todos, debemos luchar por no hacer extensivos, por no cronificar estos males bajo los techos y entre los tabiques de nuestras casas.

Venía de atrás, pero tras la Covid-19 los vientos han mudado de cuadrante y, sin tardanza, se impone ajustar el velamen.

*Arquitecto