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Dezcállar azul

La tormenta perfecta

Sé que les costará creerlo, pero no todo es siempre culpa del Gobierno, aunque en ocasiones parezca que hace esfuerzos inauditos para convencernos de lo contrario. A veces los gobiernos se limitan a agravar situaciones que les desbordan, como ocurre actualmente con el precio de la electricidad que es a su vez el producto de una tormenta perfecta, un símil particularmente acertado cuando nos referimos al cambio climático.

La epidemia del COVID-19 ha producido una retracción de la actividad económica y del comercio mundiales que indujo a las empresas a reducir sus inversiones en la producción de gas, petróleo y de energías renovables, en un contexto en el que occidente rebajaba también la aportación energética del contaminante carbón y de la energía nuclear, como hizo Alemania después de Fukushima. Parecían decisiones sabias desde un punto de vista empresarial pero resulta que a diferencia de la crisis financiera de 2008 –de la que tardamos diez años en recuperarnos– de esta estamos saliendo con gran rapidez y eso conlleva una recuperación de la actividad económica que se topa con reservas insuficientes de energía para la demanda existente. Seguimos dependiendo de los combustibles fósiles y las renovables continúan todavía siendo más sueño que realidad. La situación se ha agravado con un invierno muy frío y un verano con poco viento que no ha ayudado a la generación eólica. Como resultado las reservas europeas de gas están al 70% y por eso es tan importante el gas de Argelia y preocupa que puede ver restringida su capacidad exportadora si en su pelea con Marruecos cumple la amenaza de cerrar el gasoducto Magreb-Europa rebajando su capacidad exportadora de 17 a 10 millones de metros cúbicos anuales. En el Reino Unido, que añade una mala gestión del pos-Brexit, la situación puede ser particularmente grave. Como resultado, este invierno podemos enfrentar altos precios (también el petróleo está a 80 dólares, el más caro desde 2014) y escasez de suministros porque ni a los rusos ni a los saudíes, que dominan el cártel de la OPEC+, les interesa aumentar la producción para bajar los precios.

"Si el próximo invierno es frío habrá gente que con el precio actual de la electricidad no pueda calentar su casa o que tenga que optar entre calentarla y comer"

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Si el próximo invierno es frío habrá gente que con el precio actual de la electricidad no pueda calentar su casa o que tenga que optar entre calentarla y comer, algo que podría suceder a los más desfavorecidos que por desgracia aumentan cada año. Y si eso sucede no serán de extrañar protestas y crecimiento de los populismos extremistas que ofrecen un giro hacia un no-se-sabe-qué que para muchos puede resultar más atractivo que pasar frío en casa por las noches. El húngaro Orban ya ha culpado de la situación actual a la Agenda Verde de la UE. Otra consecuencia será el descenso del apoyo a la lucha contra el cambio climático, que es imperativo abordar aunque luego no estemos tan de acuerdo en asumir los sacrificios que nos exige en forma de una vida menos consumista y menos viajera. Y ahí hay cierta culpa de los gobiernos que han asumido objetivos idealistas sin calcular debidamente los costes en términos económicos y de apoyo popular, porque la verdad es que queremos ir a una economía verde siempre que sigamos teniendo la misma cantidad de energía que teníamos cuando procedía del carbón o del petróleo. Y así podemos llegar el mes próximo a la COP-26 de Glasgow, que debe continuar consolidando y aumentando los compromisos de la Cumbre del Clima de París, en medio de un clima (valga la redundancia) muy poco propicio.

En el plano geopolítico, los EE UU con sus esquistos y gas licuado no deben tener tantos problemas, China ya ha aumentado el consumo de carbón e implantado restricciones eléctricas que afectarán a sus importaciones y exportaciones, Rusia se relame por anticipado porque pondrá en marcha el gasoducto Nordstream2 (55.000 millones de metros cúbicos de capacidad) y tendrá a Europa a sus pies imponiendo sus precios pues nos suministra el 40% del gas que consumimos, y en Oriente Medio países como Catar, Arabia Saudita, Bahrein o Emiratos Árabes Unidos recuperarán importancia estratégica, como le ocurrirá al mismo Irán con todas sus consecuencias. Porque el mundo es como una noria, los países suben y bajan y los resultados a veces son sorprendentes.

*Embajador de España

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