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De las Galerías Oliva-II a la Casa de los calzoncillos

Una promoción inmobiliaria de altos vuelos, aunque con algunos interrogantes, pende sobre estas dos edificaciones singulares

La Casa de los calzoncillos y las Galerías Oliva-II cimientan una importante operación inmobiliaria de la familia Corbal. | // RAFA VÁZQUEZ

Hacía bastante tiempo que un proyecto urbanístico de altos vuelos no estaba en boca de media Pontevedra, pero tal cosa ocurre con el proyectado derribo del potente edificio que hace esquina entre Michelena y Gutiérrez Mellado, y su anexo por la margen izquierda de esta segunda calle, que también incluye la parte comercial de Galerías Oliva (II fase). Es decir, dos edificaciones muy relevantes en la intrahistoria local.

De las Galerías Oliva-II a la Casa de los calzoncillos

Lo cierto y verdad es que el verdadero alcance de dicho proyecto en sus líneas maestras se desconoce por completo. Sus promotores no han dicho esta boca es mía hasta el momento. Apenas han apuntado una declaración de intenciones al presentar ante el Ayuntamiento sendas solicitudes de derribo puro y duro de ambas edificaciones. Solo eso, pero nada menos que eso.

De las Galerías Oliva-II a la Casa de los calzoncillos

Como el edificio de las Galerías resulta más fácil de liquidar que su colindante, administrativamente hablando, han sido los comerciantes afectados quienes enseguida han puesto el grito en el cielo, un poco con razón y un mucho sin ella, puesto que son dueños y víctimas de sus propios errores. Al fin y al cabo, ellos y solo ellos pusieron fecha de caducidad a los respectivos alquileres, sin pensar en sus consecuencias. Picaron como pardillos; no cabe decir otra cosa, por dura y cruel que parezca frente a sus precarias circunstancias.

Este preámbulo sirve de introducción a la pequeña gran historia de ambos edificios, cuyo final todavía no está escrito. Algunos de sus cimientos, no tanto constructivos como documentales, quizá tengan algo que decir antes de esa muerte anunciada.

La inauguración oficial de las Galerías Oliva (I fase) tuvo lugar el 10 de agosto de 1961, bajo los auspicios de los hermanos Emilio y Eladio Suárez González, asociados con el constructor Lisardo Álvarez López. Su apertura marcó un hito en el comercio pontevedrés y supuso una pequeña revolución.

Solo un mes antes, el arquitecto Juan Argenti Navajas databa en su estudio el proyecto de Galerías Oliva (II fase), ahora en la picota, por encargo de Andrés Corbal Arrufana.

“Este edificio -resumía el arquitecto en su memoria- tendrá una zona contigua a la fachada con cinco plantas destinadas a comercios, oficinas y viviendas; otra parte hasta el fondo del solar para salida de las Galerías de la Oliva; y la superficie de la derecha entrando, que queda detrás de la Telefónica se destinará a cinematógrafo”.

Desde el principio, el promotor se inclinó por el alquiler y no por la venta de ningún local, detalle muy relevante para comprender mejor la deriva actual. Argenti Navajas dejó constancia en su proyecto de la recaudación mensual prevista: siete tiendas, 3.500 pesetas, a razón de 500 cada una; diez oficinas, 2.000 pesetas; dos viviendas, otras 2.000 pesetas, y el cine, 3.000 pesetas; todo estimado en coste y dinero del año 1961.

El Ayuntamiento y la Dirección General de Urbanismo del MOPU tramitaron aquel proyecto en 1962 y aprobaron su ejecución a final de año sin ningún impedimento, salvo la construcción del cine, por falta de un estudio de ordenación del interior de la manzana. Entonces seguía pendiente el trazado de prolongación de García Camba a General Mola, calle de nueva apertura que finalmente nunca se abrió por los fuertes intereses contrapuestos.

El promotor ejecutó el resto del proyecto en los años siguientes, pero estas nuevas galerías, que complementaron y dieron más vida y valor a las primitivas, nunca se inauguraron oficialmente.

El Ministerio de Información y Turismo fue un magnífico cliente para Corbal Arrufana, puesto que allí instaló la sede de la delegación provincial en un piso, así como su oficina de turismo en el bajo del lado izquierdo. Además, sufragó el alquiler del local social, así como del salón de actos del Ateneo en el edificio colindante, con entrada por la esquina de Michelena. Pío Cabanillas Gallas al frente del departamento ministerial resultó un generoso benefactor y presidió la inauguración de sus locales el 12 de octubre de 1965.

Si la apertura de Galerías Oliva II pasó sin pena ni gloria, no ocurrió lo mismo con la cafetería allí montada por los hermanos Ángel y Manuel Estévez, junto a su socio Luís Ferro. Ellos sí realizaron un acto inaugural a bombo y platillo, con bendición incluida por el párroco de San Bartolomé, don Teodoro Castro. El local dispuso de dos plantas y barra americana, y fue el único bar de aquella zona comercial cubierta.

En cuanto al derribo barajado de la Casa de Corbal (Manuel Corbal Hernández), popularmente conocida por la Casa de los calzoncillos, esquina entre Michelena y Gutiérrez Mellado, el asunto parece bastante más engorroso y por eso alimenta los dimes y diretes que están en boca de unos y otros.

Esta potente edificación levantada en 1940, según proyecto del arquitecto municipal, Emilio Quiroga Losada, fue la primera que surgió tras la apertura de la calle General Mola o Calle del chanchullo. Su intrahistoria ya ocupó una crónica en estas páginas hace algunos años, que no vamos a repetir por resultar irrelevante con respecto al meollo de la cuestión por así decirlo.

La Comisión de Patrimonio va a tener que decir algo al respecto, y aunque sus decisiones resultan con frecuencia inescrutables, parece bastante obvio que exigirá el mantenimiento de su pétrea fachada a causa de su afectación por el BIC (Bien de Interés Cultural) que protege al santuario de la Peregrina.

Ahí podría empezar su particular calvario administrativo, sí bien resulta obvio que los Corbal ya tendrían que contar de antemano con esa limitación más que previsible a su macroproyecto. También habría que saber, por otra parte, la fecha de caducidad de sus alquileres, tanto los bajos como las oficinas, que son más numerosos en su conjunto que en el edificio de las Galerías-II.

Finalmente, estaría por despejar en este galimatías urbanístico la incógnita que pesa sobre el edificio de Telefónica; es decir, saber si acabará o no por entrar como guinda del pastel. Sus cifras serían muy distintas con él, qué sin él, como saben bien sus promotores. De momento, una gran lona de la inmobiliaria Alisenda anuncia su venta; así que la respuesta está en el viento.

El cine que prohibió el Concello

Corbal incluyó la construcción de un cine “de lujo” en su proyecto de desarrollo de las Galerías Oliva por la calle General Mola, cuando la ciudad tenía cuatro locales: Principal, Coliseum, Malvar y Victoria, por orden de antigüedad. Su intención pasaba por un alquiler del local y no por una gestión directa. De acuerdo con la memoria elaborada por Argenti a mediados de 1961, el cine ocuparía el solar de la Sociedad Gimnastica, tras el edificio de Telefónica, y tendría un aforo cercano a las 500 butacas distribuidas entre una planta baja más amplia (unas 370) y un anfiteatro más reducido (unas 130). La entrada al cine se situaría al lado derecho del fondo de la nuevas Galerías-II y daría a un amplio vestíbulo, el guardarropa y un bar, con dos accesos al patio de butacas. Su decoración interior sería sencilla, pero con butacas cómodas, de “buena calidad”. El arquitecto municipal objetó en su informe técnico que el cine “podría estar afectado por el plan de ordenación interior de la manzana comprendida entre las calles Oliva, Michelena, General Mola y Riestra”. Expresado de otra manera, Emilio Quiroga señaló que “cuando dicho plan llegase a llevarse a efecto, las características del edificio destinado a cine debieran ser otras que las expresadas en los planos del proyecto que nos ocupa”. Más claro, agua. Ante ese informe negativo del técnico municipal, primero la Comisión de Vías y Obras, encabezada por José de la Torre, y después la Comisión Permanente, presidida por el alcalde Filgueira Valverde, denegaron el permiso de construcción del cine y aceptaron el resto del proyecto. O sea, una de cal y otra de arena; acuerdo que Corbal aceptó sin presentar ningún recurso.

Telefónica, un edificio que espanta

Bendecido en septiembre de 1950 por el mismísimo cardenal Quiroga Palacios (camino de convertirse en arzobispo de Santiago), cualquiera diría que una auténtica maldición con el diablo por medio cayó sobre el primer edificio de la Compañía Telefónica en Pontevedra. Un anatema vigente desde que dejó de cumplir su función medio siglo después y quedó en expectativa de destino. Tras un compás de espera que se hizo eterno, a mediados del año 2007 se produjo su adquisición por Indeza, presidida por el promotor lalinense Ángel Fernández Presas. Entonces el grupo empresarial disfrutaba de un período de bonanza y estaba en plena expansión. Su brazo inmobiliario, Costa Verde, proyectó allí un nuevo edificio con unas 40-50 plazas de garaje en dos sótanos, bajos comerciales y seis plantas de viviendas, más bajocubierta; en total unos 2.000 metros cuadrados de edificabilidad, de acuerdo con el proyecto barajado por Fernández Presas. Costa Verde solicitó y obtuvo del Ayuntamiento la licencia de derribo del edificio, pero nunca llegó a ejecutarlo. La gran crisis económica que estalló poco después se llevó irremediablemente por delante al Grupo Indeza. La vieja Teléfonica estuvo en venta desde entonces y parece que tuvo varios novios. Es decir, algunos promotores mostraron interés por su adquisición; sin embargo, uno tras otro, todos huyeron despavoridos. Quizá no tanto por su precio, como por el conglomerado de artilugios eléctricos y telefónicos que arriba y abajo condicionan el derribo y la construcción en dicho solar. Solo basta con pasar por allí y escuchar el audible rugido que sale del sótano con ventanucos a la calle, para imaginarse lo peor y salir corriendo.

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