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Enrique López Veiga

La frontera sur: Marruecos, saharauis, Argelia y el respeto al Derecho Internacional

Es de necios pretender negar que el mundo pasa por una fase de inestabilidad tras lo sucedido en Afganistán. Es peligroso por parte de los Estados y de sus opiniones públicas pretender que los problemas no les alcanzarán. Por eso es necesario reiterar la necesidad de que la Unión Europea adopte una política de defensa vigorosa con un aumento del gasto militar. Pero independientemente de esto cada estado miembro ha de ir realizando su propio esfuerzo.

En España la probabilidad de aparición de problemas es especialmente relevante en la frontera sur, es decir con los países del Magreb y colindantes, donde el riesgo de aumento de la actividad del integrismo islámico es mayor. La mejor manera de contener este peligro, además de unas medidas adecuadas de defensa, es lograr que estos países alcancen un buen nivel de desarrollo democrático y económico y en esto España tiene mucho que decir y mucho que cooperar. Ahora bien, esta cooperación ha de realizarse en pie de igualdad entre estos países y de ninguna manera puede tolerar España supeditar sus políticas a un inaceptable beneplácito del Gobierno de Marruecos. Efectivamente España ha de mantener unas muy buenas relaciones sobre todo con Argelia, Mauritania, Túnez y naturalmente con Marruecos, pero en absoluto pie de igualdad.

Argelia es un país especialmente importante por una serie de razones. En primer lugar, España depende de este país para el suministro de gas y debe de reforzar sus gasoductos sin necesidad de que pasen por Marruecos. Argelia tiene un desarrollo económico notable y supone un mercado potencial de manera especial para Galicia, ya que existe allí una demanda muy importante de leche líquida y de carne de cordero y Galicia debe de estudiar las posibilidades de expansión e incluso la posibilidad de atraer inversores de ese país para invertir en Galicia. En Mauritania es evidente que las relaciones en materia de pesca son muy importantes y complementarias con nuestras relaciones con Senegal. El problema es la actitud de Marruecos, que no acepta que ha de respetar las resoluciones de Naciones Unidas y la legislación internacional. El incumplimiento sistemático por parte de ese país de las resoluciones de Naciones Unidas y su negativa a aceptar que nunca tuvo ni tiene ahora ninguna soberanía sobre el Sahara Occidental ni sobre sus aguas es un verdadero obstáculo para unas relaciones equilibradas entre España y el Magreb en su conjunto.

"España ha de decidir qué hacer con el pueblo saharaui y ampararlo porque no se puede tener españoles diseminados y abandonados en los campamentos de Tinduf"

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El no reconocimiento de Marruecos sobre el Sahara occidental viene reforzado ahora por la reciente sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea, que obliga a España. Ha de reconocerse, como han mantenido Naciones Unidas y ahora el Tribunal europeo, que nada se puede decidir sobre este territorio sin que se respete la voluntad de los saharauis que son los verdaderos dueños del territorio. España tiene además una deuda con el pueblo saharaui a los que por razones de debilidad política en un período delicado de la historia de España se dejó abandonados. Como senador tuve el privilegio de poder votar la ley que reconoce el derecho a la nacionalidad española de todos los descendientes de los judíos sefardíes; esta ley honra a la España democrática, pero creo que tenemos una deuda de la misma naturaleza con los saharauis. A mi juicio todos ellos tienen el derecho a la nacionalidad española cuando menos según los términos reconocidos en el artículo 11.3 de la Constitución Española y desde luego nunca pueden ser peor tratados que los sefardíes.

Por mucho que este tema incomode a Marruecos sin razón ni jurídica ni moral ni política, España ha de decidir qué hacer con el pueblo saharaui y ampararlo porque no se puede tener españoles diseminados y abandonados en los campamentos de Tinduf. Para normalizar las relaciones en la frontera sur es necesario resolver este problema con decisión y sin doblegarse ante Marruecos, país al que no le asiste ningún derecho de supervisar la política exterior española. El comportamiento de Marruecos con España desde la independencia de este país no ha sido amistoso, sino que se ha caracterizado por recurrir a políticas de “marchas verdes” como por ejemplo los acontecimientos más recientes de Perejil y lo ocurrido en Ceuta y Melilla y todo ello porque España no le reconoce a este país unos derechos que Naciones Unidas y la legislación internacional le niegan. España ha de poner pie en pared y decir basta a este tipo de presiones.

Es necesario cuidar nuestra frontera sur en pie de amistad y de igualdad entre todos los países del norte de África, pero siempre dentro del respeto a lo que determinan las leyes internacionales, respeto que ha de ser observado tanto en las relaciones con Marruecos como con las de Noruega. Y que conste que los ciudadanos marroquíes han de ser siempre bienvenidos a España distinguiendo así gobierno de ciudadanos.

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