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Matías Vallés.

Al Azar

Matías Vallés

La pésima imagen de Iván el Risible

Si Iván Redondo tuviera un asesor de imagen, le habría desaconsejado que se carbonizara en horario de máxima audiencia. Su conversación con Jordi Évole fue tan esotérica que parecía la tercera sesión de la entrevista a Miguel Bosé, ahora en feo. De haber sabido que La Moncloa estaba habitada y gobernada por este personaje, se hubiera acentuado el escalofrío continuo vivido durante tres años. Queda claro, uno, que Pedro Sánchez era el titiritero y no el títere. Dos, que al presidente del Gobierno le gustan las emociones fuertes y por eso se rodea de mediocres sin fuste ni intelecto, véase su último gabinete.

La conversación [de Iván Redondo] con Jordi Évole fue tan esotérica que parecía la tercera sesión de la entrevista a Miguel Bosé, en feo

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Iván el Risible consiguió que La Sexta pareciera Tele 5. Está más dolido por la patada de Sánchez que Ábalos, que ya es decir. Pido humildemente perdón a su biógrafo Graciano Palomo, porque pensé que exageraba las carencias del mago cuando en realidad se quedaba corto. En Madrid, la audacia y la charlatanería garantizan el triunfo por encima de cualquier brizna de conocimiento. No hay contradicción entre un spin doctor que ha trabajado para Albiol, Monago o Sánchez, porque en la entrevista quedó claro que no sabría distinguirlos.

Redondo mejoraba cuando no lo conocíamos. La cara oculta de Sánchez en La Moncloa desmontó la cábala de los politólogos, campeones mundiales de las obviedades. Haber confundido a este imitador de Rappel sin un mínimo de contenido con Richelieu y demás cardenales es peor que un crimen, es un pecado. Su única observación acertada apuntó que Yolanda Díaz, la última esperanza blanca, ganaría al frente de una plataforma. Por desgracia, se pronunciaba con notable retraso sobre los miles de españoles interrogados por el CIS, y que adelantaron esa clarividencia al valorar a la vicepresidenta por encima de todos los líderes políticos. Iván el Risible necesita con urgencia un asesor de imagen, a falta de saber si podrá pagarse a alguien tan caro como él.

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