Opinión
Adolfo Rego Pérez
A mi esposa
Un año más y van, los que sean, sigues aquí, tan a mi lado, que cuando despierto a la realidad vuelve la tristeza, ahora mitigada por la certeza de que ya, acompañada de tu hijo, no estás sola.
Se fue con esa paz y sonrisa de triunfo, solamente reservada al hombre prudente, pues, prudencia y bondad fue su enseña. Su magisterio intelectual y moral que nos deja, unido a su dignidad en el sufrimiento, jamás lo olvidaremos.
Ahora, lágrimas de alegría y consuelo, ahogan mis ojos, pues sé que estás con tu hijo.
“Xan, meu querido fillo, Rosiña, miña amada Dona, ter por certo, sempre, nas nosas xuntanzas o morrer da tarde, entre lusco e fusco, choraremos coa ledicia de saber que vós tamén estades”.
Deica pronto, quérevos Adolfo.
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