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Nieves Lagares Diez

Un partido partido

Como era previsible, desde hace cuatro años, las primarias del PSdeG están lanzadas, casi con los mismos protagonistas que entonces. Poco han tardado en posicionarse algunos que ya se sabían posicionado, de un lado y de otro, porque en el fondo, el enfrentamiento actual reproduce el de antaño, y los que entonces apoyaron a Villoslada se agrupan ahora en torno a Valentín González Formoso, que por fin ha vencido su propia reticencia y se ha puesto al frente de la iniciativa.

Mientras el BNG lava sus trapos sucios en casa, el PSdeG los muestra a las claras a la militancia y a la ciudadanía para que todos conozcamos los entresijos orgánicos que tanto tienen de lucha por el poder de la organización.

John Higley acertó a señalar que el mínimo de unidad que requería una organización era aquella que no ponía en riesgo los fines de la propia organización. Estar unidos no consiste en estar de acuerdo en todo, ni tan siquiera en tener que llegar a acuerdos; estar unidos consiste en no hacer que las discrepancias pongan en cuestión los fines de las organizaciones a las que pertenecemos. Y eso en el PSdeG no se cumple. Y para que quede claro, me refiero a unos, a otros, y a los de más allá.

El PSdeG es un partido roto y la solución no pasa por competir, sino por pegar, por coser. La ingenua exaltación de la democracia interna que tantos han celebrado, como si la palabra democracia limpiara todo, no es sino la punta del iceberg del conflicto latente en un partido que necesita salir de esa situación para poder ser útil a Galicia.

Cuando nacieron los partidos, muchos pensadores de su tiempo se pusieron contra ellos porque los responsabilizaban de dividir la sociedad y esclerotizar esa división. Cuando eso ocurre dentro del propio partido, la situación se vuelve imposible.

Gonzalo Caballero accedió a la Secretaría General gracias al apoyo de la militancia, de las bases, en un momento en que la militancia se revolvía contra las élites tradicionales después de la salida de Sánchez de la dirección federal. La diferencia entre aquel momento y este es la variación del poder institucional del PSdeG a través de las alcaldías.

El PSdeG se ha asentado en las ciudades, especialmente en las de la provincia de A Coruña, y la influencia de esos alcaldes es ahora mayor. El crecimiento de poder orgánico de Caballero se compensa con el crecimiento de poder institucional de Formoso. Las espadas están en alto.

Una ceremonia más de democracia interna y de desgaste externo en la que sólo falta saber el nombre del ganador, pero donde desgraciadamente, después, las espadas seguirán en alto, y el partido, partido.

No es catastrofismo; describo lo que veo porque me gustaría dejar de verlo. Galicia necesita a un PSdeG fuerte, unido; con un liderazgo inclusivo e incluyente; y para eso hay que empezar a coser entre todas y todos.

Un partido político no tiene ninguna posibilidad de construir una estrategia política como actor unitario si primero no alcanza a mostrarse a la ciudadanía como tal actor político. Hace demasiado tiempo que el PSdeG no muestra esa faciana unitaria que permita ver a su candidato rodeado de los alcaldes, de los actores relevantes, en fin, lo que se viene diciendo un partido unido.

Ojalá vaya de esta vez, y ojalá este artículo no le guste a nadie, porque será que ha golpeado en todas las mejillas.

*Equipo de Investigaciones

Políticas de la USC

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