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Juan Tapia.

Nuestro mundo es el mundo

Juan Tapia

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El Foro La Toja ha logrado en tres años convertirse en una cita relevante en la que –desde Galicia– se revisa la política y la economía con una perspectiva no solo española sino también portuguesa. El Foro fue inaugurado por Felipe VI y clausurado el viernes por el primer ministro portugués, António Costa, y por Pedro Sánchez. Asisten empresarios de toda España y bastantes catalanes, entre ellos los dos últimos presidentes de Foment, Joaquim Gay de Montellà y Josep Sánchez Llibre, contento porque el Parlament aprobó el jueves una moción de Junts y el PSC para ampliar el aeropuerto.

Josep Piqué, presidente del Foro, subrayó que España y Portugal son los dos países europeos con una tasa de vacunación más alta, lo que facilita la recuperación y las exportaciones. Y Pedro Sánchez aprovechó para realzar lo logrado en el último año. Además, la compañía del socialista portugués António Costa, la victoria de Scholz en Alemania y el retorno de los socialdemócratas a los gobiernos de Escandinavia, le debieron animar. Y que el presidente reivindique sus éxitos tiene lógica –ya dicen otros que todo va mal–, pero un largo listado de logros y cifras…

Sánchez dijo “España va mejor” y me recordó aquel “España va bien” de Aznar que acabó tan mal. No, no lo repitió, y es cierto que la vacunación ha ido bien, que la cogobernanza con las comunidades autónomas –pese al ruido– ha funcionado, y que la economía –no sabemos con cuánta intensidad– se está recuperando. Pero era lógico que el presidente se explayara, algo más que con una cita de pasada, sobre el retorno de la inflación al 4%, pese a que la subyacente está en el 1% y que el BCE la cree pasajera. Y que se refiriera a la corrección del INE que ha rebajado el crecimiento del segundo trimestre nada menos que del 2,8% al 1,1%.

Cierto, el presidente no es el ministro de Economía, pero el miércoles, en el mismo Foro, la vicepresidenta Calviño se limitó a un discurso protocolario. ¿No quiso tapar al Rey? Quizá, pero ni Miguel Boyer, ni Carlos Solchaga, ni el propio Rodrigo Rato, hubieran omitido un balance. La vicepresidenta económica, y primera, no puede ser una tecnócrata mudita.

"La economía española vuelve a crecer, pero Pedro Sánchez peca de exceso de optimismo, habida cuenta de los datos de inflación y la corrección del INE al crecimiento del segundo trimestre"

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Sánchez tiene razón en valorar los 12 acuerdos logrados con la CEOE y los sindicatos y en insistir en que superar la crisis se hace mejor sin recortes –ahora posible por el BCE y la suspensión de las reglas fiscales de la UE– y con más cohesión social y territorial. Y que la transición ecológica y digital requerirá fuertes inversiones, que los fondos europeos facilitarán, pero que exigirá también una fiscalidad justa. El mensaje fue optimista, abierto al empresariado en la colaboración público-privada y en la apuesta por la Unión Europea y el multilateralismo. Pero el ministro de Exteriores portugués pareció más pragmático que el español.

Y hay muchas más cosas. Una, el desconcierto que siembran algunas declaraciones de sus ministros y los choques entre Yolanda Díaz, que prima el “buenismo” a la realidad, y Nadia Calviño, que sabe que los píos deseos son imposibles porque gastamos lo que gastamos con pólvora europea (BCE y plan de recuperación). ¿Cree Sánchez que con la boca callada arbitra mejor las diferencias y las relaciones con Podemos?

Y luego están las malas consecuencias de la falta de diálogo entre los dos grandes partidos. Sánchez criticó el bloqueo de más de dos años del Consejo del Poder Judicial y reconoció la conveniencia –en asuntos como los fondos europeos y la transición ecológica– de una política a largo plazo, de Estado. Gobierne quien gobierne. ¿Cree el presidente que algo tan esencial puede seguir así toda la legislatura? Será casi imposible repetir que “España va mejor” si sus dos principales partidos –cuyos socios alemanes han gobernado juntos 12 años– no logran pactar nada.

Pedro Sánchez afirmó que “a mayor crispación, menor eficacia”. Exacto. Por eso el ciudadano no se cree que él y Pablo Casado no puedan hacer nada para evitarla. La crispación alimenta los extremos y las últimas encuestas dicen que el PP sube pero que solo podría gobernar –y tampoco está claro– con Vox, que va al alza. Ni a Sánchez ni a Casado –que votó contra la moción de censura de Vox– les puede convenir. ¿O sí?

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